Edward me besó con avidez mientras su lengua devoraba mi boca sin parar. Supongo que nuestra discusión más temprana le estaba volviendo más agresivo de lo normal. Jadeó en mi boca y yo empecé a gemir en la suya. El peso de su cuerpo contra el mío era tan cálido y placentero. Odio admitirlo, pero mi cuerpo lo echaba de menos y lo anhelaba ahora mismo. Su lengua giraba con la mía una y otra vez mientras su mano empezaba a acariciarme el cuerpo, empezando por los pechos.
Sentí su mano caliente apretándome los pechos por encima de la ropa. Hoy estaba siendo muy duro pero, extrañamente, me sentía mucho mejor de lo normal. Gemí con fuerza cuando me apretó los pechos con ambas manos, retorciéndolos hasta deformarlos. Me dolía un poco, pero estaba muy bien. Cuanto más jugaba con mis pechos, más me mojaba. Mi coño está reaccionando muy bien a su contacto con mis pechos, y aún no me ha desnudado.
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