Remia, Ajax, Parlamento - 20 de Abril - Año 526
Seguía siendo la misma puerta de madera ébano sin barnizar, tan insípida como lo fue por más de treinta años. Ese lugar que guardaba siempre un aura oscura, silenciosa y seria. Detrás de esa puerta se encontraba la emblemática oficina del Primer Ministro de Remia. Ubicada en el Parlamento. La oficina de Rygal Di Rem.
No quiso tocar, su mente dudó cuando posó su mano en esa cerradura de perilla. Hacia su derecha era el movimiento indicado para desbloquear la cerradura, pero su mano se trabó cuando intentó hacerlo, y comenzó a temblar. No era miedo, no era inseguridad. Estaba ligeramente emocionado, tanto como ansioso. Luego de pasar esa puerta ya no habría forma de volver esos pasos hacia atrás y huir de ese lugar, aunque ese tampoco era su plan, nunca fue su manera de afrontar las situaciones. Sin embargo, sin importar lo que pasara dentro de esa habitación desde ese momento, al irse de ese lugar, más tarde, cuando tuviera que reunirse con su madre, con su hermano, y al volver a su hogar, con su esposa e hija, tendría que hacer como que jamás sucedió. Ignorar todo lo que su padre le fuera decir, sólo guardárselo para sí mismo. Porque era su problema, era lo único que le pertenecía intrínsicamente, a pesar de todo, era esa forma de ver la vida desde que nació, la cual, aunque siempre tomó caminos distintos que lo llevaron a ciertos lugares que amó o despreció, no importaba, seguía teniendo en sí, y esa actitud de siempre chocar con su contraparte, ese detalle de tener un antagonista en su vida que le diera más a esta misma que todo lo que hizo en ella, era lo que de alguna u otra manera también lo hacía sentir un poco vivo.
No sabía qué pasaría con él cuando lograra quitar la figura de su padre de su camino. Tal vez faltaba tiempo para analizar algo así, no estaba preparado para ponerse a pensar esas cosas, no había vivido suficiente, y siempre pensó que esa era la razón por la cual muchas veces aplazó ese enfrentamiento. No era el miedo a morir, aunque cupiera la posibilidad. Ni tampoco era el miedo a matar a aquello que le dio la vida, irónicamente. No era el miedo a terminar con todo, y tal vez no saber encontrarse en el mundo que quedaría luego de eso... Sentirse vacío. Ya que sabía que pasara lo que pasara con él, con Rygal, o con su familia. Alguien estaría al final, alguien le daría una nueva razón para seguir. Pero era eso, era seguir viviendo, era seguir creando razones, rellenando ese vacío que jamás estaría completo, por todo lo que dejaba atrás, por todo lo que aún le quedaba por conseguir... Todavía faltaba eso, responder ese: «¿Quién eres?» que vino de parte de Lara, catorce años atrás.
Su mano dejó de temblar cuando notó una señal, aunque casi imperceptible, lo suficiente para que sólo él se diera cuenta. Rygal lo estaba llamando. Él ya sabía que estaba ahí. Por esa razón... Giró la perilla, y abrió la puerta... Entrando a la habitación.
Frialdad y solemnidad. Eso representaba el rostro de su padre, aquel que logró apreciar apenas la puerta dejó de cegar su mirada dentro de la oficina. Cerró la puerta al pasar, y caminó por la inmensidad de habitación con lentitud. Tan gigante y tan vacía, sólo algunas bibliotecas en las esquinas, y cuadros que adornaban las paredes. Lo más resaltante era ese colosal escritorio de madera oscura, que ocupada de un lado al otro de ancho, con pilas y pilas de archivos, en cajas y en carpetas, algunos se desbordaban, hasta había un par en el suelo. Rygal se encontraba sentado en su silla, detrás de este, inmóvil.
—Tomaré asiento —Rhys habló primero. No había un asiento para que alguien pudiera hacer compañía en ese lugar, por lo que formó uno con su propia energía. Un sillón de madera revestido de cuero negro.
—Tienes buen gusto, Windsor —señaló Rygal, con gracia.
—Mis años en la nobleza habrán servido de algo —replicó Rhys, luego de tomar asiento.
—¿Deberé hacer la pregunta o sólo comenzarás a hablar? —preguntó Rygal, sonó apurado, aunque aún se sentía curioso, quería saber la razón por la que su hijo estaba en su oficina.
—Te daría la respuesta sin que te pusieras tan ansioso, pero notando que realmente quieres saberlo rápido... Lo haré... Mamá... Vine por ella —reveló Rhys.
—¿Qué pasó con Clio? —Rygal se acomodó en su asiento, intentando limitar el movimiento de sus manos. No estaba nervioso por la presencia de Rhys, sólo que el nombre de Clio a veces le daba cierto estremecimiento.
—Nada preocupante, nada tan malo como lo que le ha pasado toda su vida... Solamente quiero que me digas qué pretendes con ella, nada más.
—¿Qué pretendo con ella? —Rygal afinó su mirada, en señal de confusión.
—Sí, ¿Ella vino aquí ese día, cierto? ¿Qué le dijiste? —inquirió Rhys.
—Ciertamente, no le dije nada más allá de la verdad... En realidad, fue ella quien vino buscando explicaciones, quería saber lo que había sucedido en Fons.
—¿Y no se lo dijiste?
—No.
—¿Por qué?
—Porque ella y yo ya no estamos juntos.
—Hace mucho tiempo, Rygal... Más de diez años, ¿No es así?
—En realidad... —Rygal bajó su mirada, y con su pulgar apoyándose en su labio inferior, comenzó a recordar... Y su mente lo transportó a ese día, catorce años atrás, cuando todo se terminó de verdad—. Clio sólo seguía a mi lado por ustedes, no hemos estado juntos desde el nacimiento de Vlas —confesó.
—¿Qué? —Rhys preguntó, sorprendido.
Era algo que podía esperarse, él sabía que la relación de sus padres estuvo quebrada muchos años, inclusive antes de que él se fuese de Remia, antes de lo de Demian, de lo de su infidelidad, antes de muchas cosas... Pero, ¿Diecisiete años viviendo en una farsa? ¿Qué significaba todo?
—¿Tu madre nunca te contó lo que pasó esa noche? —preguntó Rygal.
—¿A qué noche te refieres? —Rhys preguntó, con curiosidad.
—La del cumpleaños de Rudd... Seguro la recuerdas —respondió Rygal.
Claro que la recordaba. Esa noche habían sido la noche de su primer beso con Lara. Cuando esos sentimientos que creyó equivocados e impropios se volvieron parte de sí, y ella le dejó en claro la verdadera esencia de Rhys Windsor. La noche de su hermano y Ashley, la noche que vio a su madre llorar en su habitación... Cierto, era eso... Así que a eso se refería ella cuando le dijo: «Todo estará bien, mi amor... Mamá jamás se separará de ustedes». Eso... Todo hacía sentido en su cabeza. Ella se refería al quiebre de su relación con su padre.
—Espera... Ese día... —comenzó, parando para volver a recordar la sucedido—. ¿Fuiste tú? Tú fuiste el causante de su llanto... Por eso lloraba, ¿Qué le hiciste, Rygal? —preguntó, un poco molesto. No del todo, habían pasado tantos años que no tenía sentido enojarse por eso, pero estaba seguro de recordar que en ese momento sí se sintió mal por ver a su madre llorar... Esa imagen, no se la podía borrar de la mente.
—No del todo... Ella, lloró porque se dio cuenta de su propio error... Ese día... Ella me rompió el corazón —dijo Rygal. Su voz apagada daba paso a cierto arrepentimiento en sus palabras. Recuerdos que quiso olvidar. Ese día, ¿Fue el inicio de todo?
—¿Mamá te rompió el corazón? ¿Qué dices? Ella jamás haría algo así —Rhys se negó, tenazmente.
—Le propuse tener otro hijo... Una niña... Ella me había dicho muchas veces desde el nacimiento de Demian que sólo nos faltaba eso... Se lo dije casualmente, como un plan a largo plazo, éramos jóvenes, ella tenía treinta y cuatro, y yo treinta y cinco... Pero ella se negó —Rygal dijo todo con cierta nostalgia, pero no una nostalgia feliz... Una nostalgia triste... Recordando la única vez en su vida, que se sintió tan humano como para llorar.
—¿Por qué se negó?
—«No estamos bien», dijo ella... Yo la entendía... Ella se había enterado que le estaba siendo infiel con la madre de Cole... Antes de que supiera que tenía un hijo... Le dije su nombre esa noche, le dejé en claro que esa mujer nunca significó nada, como si ella para mí... Que sólo lo hacía para sentir que su amor por mí era inmerecido, y que no podía estar a su lado... Ese día, realmente quise hacer las cosas bien... Ese día... Luego de verla frente al espejo, sonriendo, con ese hermoso vestido azul oscuro... Ese día quise creer que tal vez había una escapatoria, había salvación... Quise creer que podía ser feliz con Clio y ustedes a mi lado... Rhys... No siempre fui un monstruo... En algún momento quise ser feliz.
Rygal alzó su mirada. La frialdad en sus ojos de plata desapareció por un instante. Y lo que había en ellos, ¿Qué era? ¿Arrepentimiento? ¿Tristeza? ¿Soledad? ¿Qué era tal gesto? Su alma, su alma salió a la luz. Rhys no lo quiso creer, lo que había escuchado de parte de su padre era inaudito, pudo haber aceptado que fuera una mentira, como todas las que hizo en su vida. De él... Se podía esperar cualquiera cosa menos honestidad. Pero Rhys al mismo tiempo sabía que todas la veces que hablaron Rygal fue honesto con él, porque entre ellos no tenía mucho sentido seguir actuando... Menos si se trataba de Clio. La mujer a la que ambos amaban.
«¿Por qué me lo dice ahora?», se preguntó Rhys. Y entre tantas preguntas que no tenían sentido cuando de Rygal se trataba, y de ese ataque de honestidad y vulnerabilidad que había tenido en ese momento, intentó encontrar respuesta a una sola... Si no siempre fue un monstruo, entonces, ¿Qué fue lo que lo convirtió en uno? ¿Su madre? ¿Clio? ¿Ellos? ¿Qué pasó para que al final, terminara siendo tan inhumano como para matar a su propio hijo? ¿Por qué?
«¿Por qué, Rygal?».
—Yo... Yo no puedo creer lo que estoy escuchando —declaró Rhys, aun pasmado.
—Ni yo lo que estoy diciendo —replicó Rygal, su humor se prestó para que él esbozara una ligera sonrisa.
—¿Qué pasó entonces? ¿Por qué rompió tu corazón? —Rhys quiso saber más.
—Insistí... Sólo la quería a ella... No quería nada más... Ni mi puesto, ni mi poder... Ni esa maldición que no podía exorcizar... No quería nada más en este mundo que a Clio tomándome de la mano, y dejándome en claro que no estaba solo... Pero ella, a diferencia de mí... No estaba sola, y no iba a hundirse hasta lo más profundo de una mente rota para poder sacarme de ese lugar... Ella, siempre los puso a ustedes por delante de todo... Incluso de mí.
—¿Nosotros? Fue eso... Así que... Ella nos eligió por sobre ti —Rhys cayó en cuenta.
—Nunca iba a poder ser para ella lo que eras tú, Rhys... O lo que era Demian, o Vlas... Nunca... A pesar de que ella me amaba, de que era parte fundamental de su vida... A pesar de todo... Ella juró acabar con mi vida si era por ustedes... ¿Entiendes lo que eso significaba? Yo no era todo para Clio, pero ella si era todo para mí.
—Sólo querías que ella te quisiera a ti... Eso es egoísta, sabías que jamás iba a pasar, porque todo lo que le diste a ella, fuimos nosotros... ¿Cómo no previniste eso? Era obvio que sucedería.
—Yo no quería que ella dejara de amarlos, en realidad, quería que siguiera ese camino, porque yo no merecía su amor, y ustedes sí, y a ella le hacía bien, le hacía bien tenerlos en su vida, purificaba su alma... Sin embargo, una vez alguien me amó de la misma manera que ella los amaba a ustedes... Y yo... Yo sólo quería volver a sentir esa sensación para no perderme para siempre... Para no seguir ese camino que guio a mi madre hacia la muerte, hacia la soledad perpetua... Yo quería que Clio no me dejara solo... Rhys... Yo quería...
—Que ella te amara como te amó tu madre... —Rhys se le adelantó. Al final, era más parecido a su padre de lo que alguna vez pensó.
—No quería volverme mi padre... Pero fue inevitable. —La voz de Rygal casi se quebró.
«No puede ser», pensó Rhys... Ese deseo... ¿Qué era? ¿Por qué se le estremecía hasta el alma al oírlo?
—Y yo... ¿Por qué me llevaste hasta ese lugar entonces? Todo se hubiese resuelto si tan solo tú no... Tú no me hubieses querido convertir en ti... Tú fuiste el culpable de tu propia desgracia, Rygal... Y junto con eso... Nos llevaste a todos al infierno —dijo Rhys, apretando sus puños con fuerza.
Rygal le estaba diciendo todo eso en un papel de víctima, ¿Y dónde quedaba la autocrítica? Aunque su madre hubiese rechazado su pedido, ella no era la responsable de tal accionar, ella sólo, era algo más que él tomó para justificar su inhumanidad... Nadie tuvo la culpa, y Rygal sólo veía a todos de la misma forma... ¿Por qué no aceptaba que el único culpable era él?
—Estás equivocado, Rhys... Yo no soy culpable del destino que te esperaba, yo quise hacer lo posible para que tú no cometieras ese error... Porque sabía lo que Clio sentía por ustedes... Porque sabía que... Sin ti... Ella terminaría de la peor manera.
—Y si lo sabías... ¿Por qué no me dejaste sólo elegir por mí mismo? ¿Por qué mataste a Demian? —preguntó... Ese verde de sus ojos, relució... No quería llorar, pero ese recuerdo era una y otra vez el mismo... Quería de una vez por todas... Saber la verdad.
—Yo no maté a Demian... Rhys... Nunca lo hubiese hecho... Él... Es mi hijo —aseguró Rygal, con firmeza.
—¿Qué? ¿Qué dices? —Rhys se puso de pie al instante. Su cuerpo se movió automáticamente. Pero... No... No lo quería hacer... Eso que él le había revelado... Era verdad... Sí... No era una mentira—. Demian... ¿Qué pasó con Demian?
—Demian... Demian no murió, Rhys... Demian... Está vivo.
Latidos.
Ese golpe de su corazón. A punto de estallar. Casi con la necesidad de no querer seguir bombeando. Parecía que todo iba a acabar en ese instante. Como todos los instantes de su vida que sintió lo mismo. Un grito ahogado, mudo. Una vista borrosa, casi blanca, casi ciega. Ese estremecimiento casi capaz de partir su alma en trizas... Otra vez el pánico de la inminente muerte que llegaría algún día... De su vida consumiéndose paso a paso. Como una hoja de papel volviéndose cenizas gracias al fuego... Como todo lo que tuvo en sus manos y perdió, que se deslizó por estas como arena. Como el sufrimiento por el duelo. Por los arrepentimientos. Por la vida que pudo vivir... Que perdió en el infierno que visitó. Por esa persona que fue, y que no quería volver a ser... Como todo. Como ese poder... Que le había quitado todo... O nada.
«Un ataque de pánico», pensó, luego de comenzar a volver en sí, unos segundos después de esa revelación. Tal sensación pareció durar una eternidad. Pero logró controlarlo. Sólo respirar. Poco a poco.
—Así que así se ven.
Una voz llegó a sus oídos. ¿Tan lejos? Pero estaba a su lado.
—Windsor... ¿Tan débil eres?
Otra vez la misma voz.
«¡Cállate! ¡Cállate!», rogó internamente. Sus palabras aún no salían. Se estaba hundiendo sin freno en ese mar de desesperación que siempre rodeaba su consciencia. Pero... Algo siempre lo calmaba cuando caía en ese espiral de negrura infinita:
«Demian no murió... Demian... Está vivo». Y ese rostro... Otra vez.
Su hermano menor... Había vuelto.
—Demian —pudo decir—. ¿Qué pasó con él? ¿Dónde está Demian? —preguntó, cuando la normalidad ya era parte de sí.
—Vaya, es interesante ver como logras recuperarte... Así que eso era lo que siempre te sucedía en tu adolescencia... La razón por la cual te enfrentaste a mi infinidad de veces. —Rygal siguió con su atenta mirada sobre él, y ese imborrable gesto de curiosidad.
—¡Dime qué pasó con Demian! —Rhys gritó. Él no daba respuesta. Él sólo dejó en claro eso, ¿Y luego? ¿Por qué no dijo más? ¿Le mintió? ¿Entonces que fue eso que vio en sus ojos? No pudo haberse equivocado.
—Ya te lo dije, ¿No me crees? —Rygal no cambió de posición.
—No me puedes estar diciendo esto ahora, Rygal... ¿Dónde está? —Rhys no podía parar de respirar con rapidez. Esa agitación era la prueba de su ansiedad. Era la prueba del anhelo de saber qué había pasado con su hermano.
—Rhys... Demian... Está en otro lugar, y él... No creo que quiera que sepas donde está.
El corazón de Rhys paró. Siguió. Y volvió a parar. ¿Eso era dolor?
—¿Cómo? ¿Por qué Demian no quisiera algo así? Soy yo... ¿Por qué no querría verme?
Era inadmisible pensar en que su hermano no quería volver a verlo. Al menos sentir su presencia. Al menos... Luego de diez años, oír su voz. ¿Por qué? No podía aceptar algo así. No podía. Demian no era así.
—Demian ya no tiene doce años, Rhys... Nada es como antes.
«Demian», Rhys pensó... El sacrificio de su Scire. Su mayor arrepentimiento. El enlace de su alma y su poder. Su vida... ¿Por qué? ¿Qué sentido tenía todo lo que vivió si él estaba vivo? ¿Qué sentido tenía su pasado? Esa tragedia. Su dolor. Su sufrimiento. ¿Qué sentido tenía haber soñado noches eternas con esa pesadilla? Donde él volvía a morir, una y otra vez. Ese recuerdo tan atroz y martirizante. ¿Qué sentido tenía su vida con Lara? Lo que sufrieron. El llanto y sufrimiento de su madre. Su culpa por haber desaparecido diez años. Lo que le hizo pasar a Vlas. Esos errores. Haberse vuelto un asesino. Ese sentido que buscaba, que iba a buscar por siempre. La vida que había elegido vivir a pesar de todo. ¿Por qué? Todo eso se había resumido a la muerte de Demian. Y si él no había muerto, ¿Por qué todo eso pasó? ¿Por qué? No podía dejar de preguntárselo... No podía... No iba a poder... ¿Seguir?
—Si no me dices dónde está... Te lo sacaré a la fuerza —amenazó, apuntando con su dedo índice a Rygal. Su Scire ya se había activado.
—Yo tampoco sé dónde está Rhys... Te dije que no tiene doce años —explicó Rygal.
—No... No... Mierda... ¡¿Por qué?! —Rhys pateó el sillón, furioso, destruyéndolo completamente—. ¡Maldita sea contigo, Rygal! ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué carajos soy un maldito poseedor del Scire si él no murió?! ¡Dímelo!
Nada. Todo se había reducido a nada. A un absurdo inmenso sin justificación. Si ese nunca fue su destino. ¿Eso que tanto quiso comprender por diez años? ¿Qué era? Al final, ni siquiera esa charla que tuvo con Demian en la guerra, en su alma... Allí, donde supo por primera vez en mucho tiempo el significado de ser Rhys Windsor... ¿Qué había significado? Si ni siquiera fue Demian. Nadie fue... Nada de nada... Rhys Windsor... Estaba vacío. Vivió en una mentira... Otra vez.
—No lo sé... Sólo pasó... Supongo que fue un milagro.
—¿Un milagro? Sí... Es un milagro que en este momento no pueda matarme... Ya que sólo tú sabes dónde está Demian —dijo, entre dientes. Era injusto, era injusto y frustrante.
—No se lo digas a Clio, Windsor... No la hagas sufrir en vano —pidió Rygal.
—No lo haré... Nadie lo sabrá... Pero ten por seguro que hallaré a mi hermano, Rygal... Él... Volverá a mi lado... Aunque tenga que dar vuelta el mundo entero con tal de hacerlo —prometió... Y esa promesa... Brilló junto con sus Rexyss.
—Eso no te hará hallarlo, Windsor —señaló Rygal.
—Lo sé. —Rhys se dio la vuelta. Debía salir de ese lugar lo más rápido posible—. Pero hay algo que es obvio... Él no podrá ocultarse por la eternidad.
Antes de abrir la puerta oyó la silla de su padre rechinar. Él se había puesto de pie. Volteó cuando percibió ese movimiento, y el verde y la plata se cruzaron en el camino de sus miradas.
«Los ojos de Demian», pensó Rhys.
—Tal vez así sea, Windsor... Tal vez... No haya eternidad... Aun así... Algo quedará, algo que perdure, y nos deje en claro quien tuvo razón al final. —Rygal dio paso a una seguridad inmensa en sus palabras. Y el tono sencillo y honesto que había usado en toda la charla... Desapareció. Su seriedad y frialdad hicieron presencia de nuevo.
—Pronto lo sabremos... Rygal Di Rem.
—Tenlo por seguro... Rhys Windsor.
Sus sentencias se desvanecieron cuando la puerta se cerró luego de que Rhys abandonara el lugar.
«¿Vas a ser infeliz toda tu vida solamente para que nosotros podamos disfrutar de las nuestras? Si piensas hacer eso déjame decirte que jamás lo aceptaré... No pienso permitir que jamás seas feliz por tu «destino», Rhys... Porque eso no existe».
En su regreso a la mansión de su clan. Todo lo que Demian Windsor alguna vez le dijo cayó en su mente como una avalancha de recuerdos. Todo. El niño siempre vio en él algo que nadie vio jamás, y cuando él murió, creyó que jamás volvería a haber otra persona con la misma capacidad. Estuvo equivocado en eso también. Con el tiempo se dio cuenta de que muchas personas lo hacían, pero que en realidad, el único con el valor suficiente para dejárselas en claro era Demian. Luego Lara, y más tarde, Vlas. Aun así, Demian Windsor fue el comienzo de todo, y el eje de lo que su persona decidió ser, siguiendo todo lo que su hermano le dejó luego de su muerte. Paso a paso, aun habiendo errado en algunos, que lo hicieron caer. Pero, a pesar de eso, Demian siempre volvía a él. Sus preguntas que hallaron respuestas años después. Sus recordatorios que le regresaban la nostalgia de lo que significó ese pasado a su lado. Demian fue para él el guía de un camino que aún no se había creado, pero que, al parecer, él ya conocía.
Si Demian Windsor no hubiese muerto. Rhys Windsor no hubiese sido lo que fue. Eso era un dictamen indubitable. El camino que marcó fue condicionado por ese dolor, por ese recuerdo, y por el poder que la muerte de su hermano le dejó. Y aun así, enterarse que seguía vivo, ¿Qué le dejaba? Tal vez la duda que tuvo al momento de saberlo no era tan incontestable, porque a pesar de que la muerte de su hermano hizo de sí mismo la persona que era. También lo hizo la presencia de Lara, de su madre, de su hija, de su hermano, y de todos. Y ellos, ellos no sabían lo que significó que Demian hubiese existido en su vida, por tal motivo, nadie hizo lo que hizo por él pensando en lo que Demian le dejó, ellos sólo actuaron por sí mismos... Por esa razón no quería dejar de lado a nadie, y aunque le ganara el sentimiento de negación y de sentirse vacío tanto como perdido al creer que nada tenía sentido si su hermano estaba vivo, no podía dar vuelta su propósito o su vida sin más, y dedicar todo lo que hacía a buscarlo. No podía porque su hija estaba por nacer, porque su hermano tenía su propio propósito al que él mismo había decidió apoyar... Y no podía más que nada, porque les había prometido a todos ellos darle ese futuro donde pudieran ser felices.
Tal vez la pregunta que se hizo ese mismo día antes de entrar a la oficina de su padre podía esperar la respuesta. Porque no sólo Lara se la había hecho. También su madre. También Vlas... También Demian. Y la respuesta llegaría cuando pudiera comprender lo que realmente cada uno dio a su vida, y si al final, lo que Demian le dio, no era lo que siempre pensó, la respuesta a esa pregunta sería una incógnita hasta que lo encontrara y ese sentido que asumió, tuviera su explicación... Aun si su padre estaba detrás de eso. Aun si Demian no era esa persona que fue. Aun si... Su hermano nunca fue lo que él creyó... Aun si el poder que tenía no era suyo, o su destino, o él el elegido para poseerlo. No importaba. Podía pensar todo eso luego, lo había pensado... Todavía le faltaba mucho camino. Y en ese camino, habría personas que volverían, y otras que se irían... Por eso... Demian, vivo o muerto... Le daría su respuesta tarde o temprano. La respuesta que sólo él podía dar.
«Deberé hallarlo por mí mismo... Nadie lo puede saber... Tal como te lo dije esa vez... Nos volveremos a ver, Demian Windsor».