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Capítulo 19: Dean Jackson – La coronación V  

Fons, Sunrise - 3 de Abril - Año 526

 

DEAN

 

¿Qué es ese ruido? ¿Mi corazón? ¿Cómo puede serlo? Creí que ya había muerto, ¿No es así, papá? Dame una señal, dime si logré hacer justicia... Dime si al menos estás orgulloso de mí.

¿Me oyes, papá? ¿Estás aquí? ¿Dónde estoy?

 No siento mi cuerpo, no sé si estoy muerto, no sé si estoy vivo, no escucho nada, sólo ese extraño temblor que aturde mis oídos y recorre por dentro de mí, mi alma está buscando respuesta... No puedo seguir así, ¿Por qué sólo hay oscuridad? ¿Esto es la muerte? No hay nada. Entonces, si no hay nada... ¿Para qué me ilusioné? Jamás me voy a encontrar con mi padre de nuevo, jamás me voy a encontrar con mamá... Todo siempre fue un sueño.

 Vaya, con que este es mi final. Lo veía más entretenido, quizás al lado de Mya. Cierto, ella todavía tenía que darme su respuesta, ¿Qué puedo hacer? Tendré que irme con ese arrepentimiento. No voy a negar que me hubiera encantando terminar a su lado, ella sufrirá mucho, espero Kit esté para darle consuelo. Ese chico, siempre estuvo ahí, maldita sea... Al final yo era lo único que él tenía, luego de perderlo todo aparecí yo, espero me recuerde siempre, no debí pretender dejarlo solo, pero lo superará, él es fuerte... Sé que lo ayudarán a conseguir una respuesta a su pasado... Lo siento, amigo, no voy a poder estar ahí para ti cuando descubras la razón de tu existencia.

 Al menos pude salvarlas a ellas, Lara y Leah terminaron a salvo, no hubiera permitido que las dañaran jamás. Leah siempre fue una gran amiga, ella también estará para Mya, y junto a Vlas serán de gran ayuda. Y no hay forma de agradecerle a Lara todo lo que hizo por mí... Sé feliz Lara, cuida a ese niño que salvé, y siempre cuida de Rhys, por favor.

 Rhys... Vaya, Rhys Windsor. Lo siento por todo, no pude cumplirte la promesa, no voy a llegar al final contigo... No sobreviví. Recuerda mi último pedido, por favor, dale a mi hermana todo lo que jamás pude llegar a darle, que ella nunca viva todo lo que yo viví... Que sea feliz... ¿Cierto, Cassie? Quizás no esté ahí para ti, quizás te duela mi partida, quizás ya no sepas como seguir... Pero eres fuerte, lo lograrás, sé que serás feliz, cariño, serás feliz toda tu vida. Quizás sólo pasa conmigo, y realmente después de la muerte existe algo más. Si eso sucede, ojalá algún día puedas reencontrarte con mamá y papá... Ojala algún día todo vuelva a ser como fue... La venganza y el odio me consumieron, quizás nunca debí hacer esto... Este no era mi destino... Yo sólo quería ser feliz junto a ustedes. Pero ya no hay vuelta atrás.

Adiós, para siempre.

 

Mientras tanto...

 

 —Vaya, y yo que creí que podrías haberme dado algo de diversión... Pero no me serviste ni para calentamiento —rio Michael, apreciando el cuerpo inerte de Dean, que yacía sobre la arena. La sangre había convertido el color dorado en bordó.

 Michael se dio la vuelta. Ni siquiera quiso comprobar que estuviera muerto, con una puñalada en el corazón era imposible que sobreviviera, y si por alguna razón lo hacía, la energía que gastaría en recuperarse totalmente le impediría seguir peleando. La situación había llegado a un punto muerto en el cual él ya se había depositado la victoria.

 Aunque.

«¿Sabes, Dean? Deberías colocarle una condición a tu alma, guarda un poco de energía en tu corazón, para que cuando tengas algún problema donde te encuentres en un riesgo de vida esta se active y convierta esa energía eléctrica en un electrochoque... Te va a salvar la vida muchas veces... Créeme chico». Rhys nunca se equivocó.

—¿Qué mierda? —Apenas sintió eso, Michael se dio la vuelta. El cuerpo había desaparecido—. Maldita sea, ¿Quién carajos es este tipo? —preguntó, sonriendo. Una sonrisa que ocultaba una sola sensación: Miedo.

—¿«Envíale saludos a tu padre...»? ¿No era que no me conocías? —Esa voz que resonó en el lugar, ¿De dónde venía?—. Salvatore Jackson... Seguro que recuerdas ese nombre, Michael Harch... ¿Recuerdas cómo lo mataste? Porque yo jamás me voy a olvidar de su cuerpo sin vida yaciendo bajo mis pies, y no voy a morir hasta darte ese destino. —

Michael no pudo evitar sentirse desesperado, comenzando a mirar de un lado para el otro. No podía ubicarlo.

Hasta que:

—¡AHHHH! —gritó tan fuerte que el desierto no fue lo suficiente como para esconderlo.

—Descubrí algo muy interesante en mi extraña iluminación... Reviví de una manera muy ingeniosa, hacerle caso a Rhys fue lo mejor que pude hacer, pero el haber utilizado el 60% de mi energía en la recuperación del tejido de mi corazón y mis órganos vitales no ayuda en nada... Pero el 40% de energía restante es suficiente como para que pueda lanzar energía eléctrica por más tiempo del que creía, luego del asteroide en Remia fue una buena idea concentrarme en mi eficiencia... Por lo que quizás no sea igual de rápido que antes, pero... Sigo siendo letal —explicó, agachándose ligeramente para poder apoyar sus manos en el suelo.

Michael se encontraba de rodillas en la arena, apenas recuperándose de ese choque eléctrico, solo para que:

—¡AHHHHH! —De nuevo, destruyó su garganta con un intenso grito.

La arena del lugar poseía muchas cantidades de metales entre los granos. Algunos de estos derivados de las torres de perforación, otros de los vehículos, de la naturaleza, no importaba muy bien de donde venían, pero lo que si era certero era que se extendían por el terreno a grandes cantidades. El metal era un excelente conductor de la energía eléctrica gracias a los electrones libres con los que contaba.

Dean siempre buscó maneras de extender sus ataques que no fuera el aire, ya que para eso tenía que poseer una buena puntería, y pretender que el contrincante no lo esquivara, porque este era imposible de controlar, sólo poseía una dirección, y para dar un golpe certero sí o sí debía usar su habilidad de cargas positivas y negativas, el lado malo de eso era que necesitaba de un tiempo de preparación demasiado largo, y la seguridad de que el primer golpe diera en el blanco. Pero con el metal había encontrado la manera. No existía forma de escapar de este si lo estabas tocando, y seguro ayudaría a que la energía eléctrica diera en el punto cuando se le infundiera la suficiente para generar un shock.

—Tu habilidad te dio una gran desventaja, tu control es mi conductor perfecto... Parece que te salió el tiro por la culata... Michael Harch.

Su mente no era la misma. Estaba tan fuera de sí que realmente no le importaba mucho lo que había pasado solamente segundos antes. ¿Murió y revivió? Quizás su corazón fue lo suficientemente fuerte como para aguantar un ataque directo, pero lo que no era tan fuerte era su cordura, porque su cerebro no daba respuesta a su verdadera esencia, y sólo quería matar a Michael... Hasta que no quedara nada de lo que alguna vez fue el asesino de su padre.

Comenzó a correr por el terreno arrastrando su mano por la arena, dejando salir a cada recarga un nuevo choque. Michael parecía no aguantar más, esos resonantes quejidos dejaban en claro su sufrimiento. Dean no daba espacio a la recuperación, no pasaban más de cinco segundos que obtenía otro choque, y otro, y así fue durante un minuto... Hasta que su cuerpo no pudo más... Y colapsó.

—«Vaya, y yo que creí que podrías haberme dado algo de diversión... Pero no me serviste ni para calentamiento...» —declaró Dean, citando las palabras de Michael, también emuló su risa al final.

Se acercó a él y se agachó a su lado. Levantó un poco de arena cayéndose por los huecos que dejaban sus dedos en sus palmas. La dejó en la cabeza de Michael y apenas tocando un grano dejó salir un poco de su energía en él.

—Ya veo... Al parecer no funciona así, debería afinar más mi control, quizás si utilizo mi Zona Vacía podría lograrlo —dijo, notando que su experimento había fallado.

Pero algo no le cerraba del todo... Si Michael estaba muerto, ¿Por qué no dejaba de sentir su energía... Moviéndose?

—¡¿Qué carajos?! —exclamó Dean, dando un salto, fue rápido, tuvo que usar su energía eléctrica en su cuerpo de nuevo, pero una alabarda se apareció debajo de él, si no saltaba ya lo habría partido a la mitad.

 En el aire notó como el cuerpo de Michael se ponía de pie, lentamente, pero... Era algo más que sólo regeneración. Ni siquiera lo había hecho, no estaba curado, esos choques eléctricos debían haberlo dejado paralizado por al menos horas. No había manera de que pudiera sobrevivir a algo así.

 —¿Sabes niño? Ese pequeño as bajo la manga que poseías fue interesante... Usar un electrochoque para hacer funcionar tu corazón mientras le dabas recuperación con tu energía fue una gran jugada, pero no eres el único capaz de controlar su cuerpo de tal manera... ¿Conoces la cardioversión? No sé si sabías, pero esta puede reducir los ritmos cardiacos anormales en un corazón, tus choques eléctricos no hacían más que acelerar mi corazón, pero con cada uno tuve que sacrificar una porción de mi energía para que se utilice como un desfibrilador... No fue tarea fácil, pero cuando más cerca de la muerte nos encontramos más creativos nos ponemos... ¿No crees? —preguntó Michael, estirando su cuerpo. Tronó su cuello con un fuerte movimiento y levantó la alabarda de su lugar—. Vamos Dean Jackson... Esta pelea aún no ha terminado —lo retó, con la punta del arma apuntándolo.

 —Ya veo —chistó Dean, descendiendo lentamente, hasta apoyar sus pies en la arena de nuevo—. ¿Pelea de armas? Bien... No cederé —añadió, apoyando su mano en el suelo y convirtiendo algunos metales en un bastón—. Debemos terminar esto... Michael Harch —soltó. Y se lanzó al ataque.

 

Mientras tanto...

 

Fons, Ash, Residencia Harch - 3 de Abril - Año 526

 

 Ashley y Kit se prepararon para lo que fuera que la persona que se acercaba al lugar pretendiera hacer. Ella le había dejado en claro su inexperiencia en el ámbito de la Energía del Alma. Pero su poder era lo suficiente como para ayudarlo si la situación llegaba al extremo. Mientras esperaban, Kit le dio algunos papeles donde se encontraban escritos algunos encantamientos que para ella serían fáciles de usar.

 —Uno es de recuperación de energía, otro de curación, otro de barrera y el ultimo es de teletransportación, pero este sólo funciona si un poseedor del Scire te da su poder, por lo que debes hacerlo cuando tengas este Nio, por ahora tengo uno solo, pero puedes tomarlo más tarde si es que algo sale mal... ¿Bien? —preguntó Kit, buscando una afirmación en la mirada de Ashley, pero ella dejó ver su rostro de confusión.

 —¿Por qué previenes cosas tan malas? —preguntó, entre risas.

 —Quédate tranquila, es solo un plan B, no pretendo perder contra ese tipo, no parece ser muy fuerte... Pero si cabe la posibilidad de que el peor de los casos se lleve a cabo, es mejor que tú estés preparada para estar a salvo... ¿Me entiendes? —el chico insistió

 —Sí, claro... Gracias por preocuparte por mí, Kit Miracle, eso ni siquiera era tu trabajo —respondió Ashley, guardando los papeles en su bolsillo.

 —Rhys no te lo dijo, pero tu cuidado también entraba en los planes de Lee, él temía que algo así sucediera y dejó en claro que tu seguridad era prioridad... No voy a fallarle a Rhys y al rey de esa manera, así que aunque tenga que entregar mi vida, tú saldrás ilesa de este lugar —aseguró Kit, dándose la vuelta para caminar hasta la anterior entrada de la casa, sólo había escombros, encontró una pequeña montaña de estos y se paró ahí. Esperando al tipo que pretendía atacarlos.

 Ashley apreció desde atrás como él se alejaba de su lado. Esa determinación viniendo del chico la hizo sentir segura, decidió entregarle su confianza. Así como se la entregó a Rhys y a su hermano dejándoles que ellos resolvieran los problemas. Pero no pretendía quedarse de brazos cruzados, por eso definió quedarse atenta a lo que el chico que la estaba protegiendo en ese momento hiciera, porque no iba a permitir que él arriesgara su vida por ella, fuera quien fuera... Ella también lo iba a proteger.

 —Está cerca —avisó Kit, mientras recargaba su arma.

 —¿Quieres que me quede a tu lado o que vaya a algún escondite? —preguntó Ashley.

Él alzó su mirada y la vio caminando hasta él mientras ataba su cabello. Él sabía que ella era una mujer adulta, mucho más grande que él, y con sus prioridades bien claras, obviamente su madurez también era mayor y no se veía para nada interesada en ser la «damisela en apuros», porque no dejaba de insistir en darle algo de su ayuda. Kit no pudo evitar apreciar su belleza, inclusive parecía de antología, tantas características únicas en una sola persona debía ser un crimen, pero era real, demasiado real como para pasar desapercibida.

—Lo que tú quieras, será mejor que no te involucres en la pelea, tú sabes, al no controlar tu energía podrías ser un estorbo, lo digo sin intento de ofensa —explicó Kit, intentando sonar lo más respetuoso posible, lo último que quería era que ella se enojara con él por rebajarla hasta ese nivel. 

—Quédate tranquilo chico, lo tengo claro, pelearás tú solo, pero estaré cerca, por si me necesitas, ¿Si? —preguntó ella, con gran simpatía. No le había molestado para nada lo dicho por él.

—Claro, cuídese, señorita Crown. —Él apuntó a ella, y le guiño un ojo.

—Usted también, joven Miracle —rio Ashley, para al instante alejarse de él.

Kit suspiró al notar que ella se había escondido. Eso iba a ser una buena manera de mantenerla a salvo. Si Rhys volvía antes de que la pelea concluyera se encargaría de todo, pero mientras tanto debía mantener a ese tipo a raya... Fuera quien fuera.

—Sea quien sea —dijo Kit, apreciando a una sombra acercarse saltando por las torretas que se alzaban a lo lejos, se dirigía directo a ese lugar el cual él estaba, no había otras opciones.

Pudo comenzar a distinguir que era un hombre. Joven, le parecía conocido, pero no tanto, podría ser cualquier persona que alguna vez se hubiese cruzado, sin ir más lejos, todavía tenía algunas fallas en su memoria debido a ese accidente que lo dejó en coma. Por lo que se le hacía imposible recordar el rostro de personas que no llegó a conocer muy bien. Ese hombre parecía ser uno de esos.

Apenas aterrizó frente a él pudo comenzar a formularse una hipótesis en su cabeza sobre quien podría ser. Cabello castaño oscuro demasiado corto, rapado a sus lados, ojos azules que dejaban ver una gran arrogancia, y entre sus facciones se dejaba ver cierto patrón con alguien a quien realmente conocía muy bien.

—Michael Harch —musitó, cayendo en cuenta.

—Veo que recuerdas el nombre de mi padre —declaró el chico, sin mucha efusividad, pero todavía se veía muy calmado, quizás la confianza era parte de su ser.

—Así que eres tú... El hijo de Michael, me parecía haberte visto antes en algún lado antes.

—Sí... En la gala del nuevo rey... Tú eras uno de esos mozos desconocidos, que en realidad estaban de infiltrados bajo el mando de Rhys Windsor, junto con el chico rubio y la hermosura de cabello oscuro... He quedado prendado a esa chica desde ese día, supongo que sabes quién es, ¿Cierto? —preguntó el joven.

—No creo que a ella le interese mucho alguien como tú de todas formas, pero para ser bueno contigo, te diré su nombre... Mya Draghi.

—Vaya, tiene un nombre igual de hermoso que ella, no me sorprende.

—Eso no importa ahora, ¿Qué haces tú aquí? —indagó Kit. 

—Tengo que encargarme de Lara, parece que mi padre no pudo ya que tuvo un pequeño inconveniente, pero aquí estoy, esperaba encontrarme con ella, pero al final me encuentro con un mocoso que se cree fuerte —respondió el joven, luciendo su arrogancia.

Kit frunció el ceño y lo miró dejando ver su molestia a esa descripción. Ese imbécil, por más que fuera el hijo del estúpido y asesino de Michael, no podía llamarlo de tal manera. Tampoco pretender hablar de Mya o Lara de esa manera, tendría que cerrarle la boca.

—Ja... ¿Y tú eres? Ni siquiera me superas en edad, niño de papi.

—Lo que digas, huérfano, Ferral Harch por cierto... Mucho gusto de conocerte, tú eres uno de los perros de Rhys Windsor, ¿No es así? —Una risa sínica y prepotencia fueron dejadas muy en claro a través de esas palabras.

Kit no paraba de morderse los labios de la frustración, quería destruir a ese tipo lo más rápido posible.

—Sí, lo soy, y hablando de él, mi líder me enseñó algo muy interesante... Romperle la cara a los imbéciles que no cierran la boca, creo que eres uno de esos... Ferral Harch —declaró Kit, esbozando una sonrisa.

Dio algunos pasos, apoyando su mano en su cintura, ahí tenía su arma, debía estar preparado, por si al tipo se le ocurría atacar de repente.

—Ese Rhys Windsor, siempre tan fuera de lo común, ¿Sabes? Me cae muy bien ese tipo, todavía no comprendo por qué mi padre le trae tanto desprecio, pero mi clan es más importante que cualquier tipo con gran carisma, por lo que acabar con Lara es mi prioridad.

—Tú sueñas, si sabes cómo es Rhys creo que tienes muy en claro que no va a suceder, porque te matará a ti y a toda tu familia si es que algo sucede con Lara.

—Lo sé, pero él no está aquí en este momento, y tú no tienes apariencia de que vayas a soltar información para darme la ubicación de mi prima... Por lo tanto, tendré que sacártela a los golpes —aseguró Ferral, tomando posición de pelea.

Kit lo notó, pretendía pelear mano a mano, eso le daba más seguridad, Rhys lo entrenó muy bien, era bueno en eso. Sacó la mano de su cintura e hizo lo mismo que Ferral. Ambos se lanzaron una última mirada definitoria antes de lanzarse el uno el otro. Y la pelea empezó.

El primer ataque lo lanzó Ferral. Entró con una doble patada, baja y alta, ambas bloqueadas por Kit que alzó su antebrazo rápidamente, aunque Ferral era ágil y rápido, obviamente se estaba reforzando con Energía del Alma, porque Kit sintió una ligera aspereza en sus golpes, más fuertes que uno normal. Él había recibido muchas veces golpes de esa manera, Rhys fue quien más fuerte lo había golpeado, con obviedad, pero sólo detrás de él se encontraba Mya, y Ferral se encontraba un poco más a su nivel, aunque al ser más fuerte sin usar energía, al reforzarse también era más fuerte que ella, pero no tan certero, no sabía muy bien como balancearla, Mya era más eficiente en su uso.

Kit respondió rápidamente, varios golpes seguidos, algunos jabs y un gancho bajo que impactó en Ferral, pero este pudo unir sus codos con rapidez, y amortiguó el golpe. El chico notó con rapidez que Kit no era débil, mucho peor... Era un monstruo en cuanto a todo lo que rodeaba su físico. Era fuerte, ágil, estratégico y habilidoso. Pareciera que llevara años usando sus habilidades día tras día... Aunque quizás así era.

Luego de ese golpe que Ferral bloqueó, Kit no dejó de arremeter contra él. Las hordas de golpes comenzaron a agobiar a Ferral, aunque hacía lo que podía, comenzaba a perder el ritmo, y Kit no paraba de incrementar su velocidad, y su fuerza, además, su técnica era envidiable, no lanzaba ni un golpe al azar, su patrón tan imperceptible hizo que Ferral no pudiera esquivar todos los golpes que este le lanzaba, algunos ya lo habían alcanzado, y le estaban haciendo más daño de lo que creía.

Por eso llegó, ese golpe que rompió con el bloqueo de Ferral. Kit realizó una finta con su brazo derecho, dejando una abertura, Ferral creyó que podía llegar a golpearlo, pero en el momento que se inclinó pretendiendo impactar un puñetazo en las costillas de su contrincante, una patada lateral viniendo del lado contrario lo sacó de lugar, y fue tan fuerte que lo arrastró por el terreno unos metros hasta que sus piernas no aguantaron más y salió volando. Ya no había manera de acomodarse, porque Kit no perdió el tiempo, y comenzó a atestarlo a golpes. Hasta dejarlo en un limbo incapaz de defenderse.

Ferral comenzó a sentir como la hemorragia lo hacía debilitarse, la energía que estaba perdiendo era tanta que ya no podía sostener un combate con él, y ni siquiera usó su habilidad o algo más que un poco de energía reforzando su fuerza física. Comprendió la diferencia de alguien que había peleado más que él, su impericia fue su mayor perdición.

—¡Mierda! —maldijo, al caer de rodillas.

Cabizbajo, goteando sangre por su rostro apreciaba como las gotas manchaban el suelo, sus puños, con fuerza enterrados en la tierra, la frustración y la humillación fueron inmensas, sintió que debía morir en ese momento... Había perdido.

 —Estoy seguro que no estás al nivel de tu padre, ni al de alguien de tu familia... ¿En serio pensabas que le ganarías a Lara de tal manera? Tú sabes que ella hubiera barrido el piso contigo, incluso en la condición en la cual se encuentra. —Kit caminó hacia él, parándose ante su contrincante con firmeza, dejando una sombra sobre él.

 Ferral apenas alzó su mirada. Verlo elevado enfrente a él le trajo furia, abatimiento, le hirvió la sangre, pero ya no podía hacer nada, no tenía forma de volver a pelear, ya no quedaba nada, sólo le quedaba a su padre encargarse de lo que quedaba, pero sabiendo que Rhys Windsor ya se había encargado de Lara, sabía que tampoco volvería a ver a su padre otra vez... Si es que él no moría antes.

 —Mátame —rogó, en voz baja.

 —¿Qué? —Kit lo miró confundido.

 —Sólo mátame, fallé la única misión que tenía... ¿Qué sentido tiene que me perdones la vida si al final Rhys Windsor terminará por acabar con ella? Al menos quiero que me mate aquella persona que me venció... Hazlo por tu honor... ¿O acaso no tienes?

 —Ja... Mi honor no se basa en asesinar personas, no tengo ese pensamiento... Y no te mataré, no te daré el gusto de decidir cuándo morir, sólo espera... Pronto llegará el momento —declaró Kit, dándose la vuelta.

A lo lejos, Ashley salió de su escondite, ya había presenciado toda la pelea, y estaba realmente sorprendida de lo que Kit había hecho.

 —Lo lograste, joven Miracle —dijo, acercándose a él con una sonrisa.

 —Claro... Te dije que no era la gran cosa, ¿Te encuentras bien? —preguntó Kit.

 —Sí... Gracias por protegerme —respondió ella, acercándose a su rostro, se coló por el costado de este y le dio un beso en la mejilla—. Eres un caballero, Kit Miracle —añadió, devolviéndole ese guiño que él le había hecho antes de la pelea.

—De nada... Señorita —rio Kit, bajando la mirada, algo avergonzado. Ese pequeño agradecimiento de ella fue muy lindo, y más viniendo de una chica tan bella.

«Con que no me matarás, ¿Eh? Bien, entonces no tengo otra opción», pensó Ferral.

Apenas le quedaba un porcentaje pequeño de energía, pero era suficiente, suficiente para que al menos esa humillación no hubiese sido tan grande.

—Tú vendrás conmigo —declaró, apoyando su mano con fuerza en el suelo... Y de él salió disparado un proyectil de metal.

Ninguno de los dos se dio cuenta del movimiento de Ferral. Pero el ligero zumbido que la rapidez del lanzamiento hizo al recorrer el aire fue fácil de sentir para Kit. Por eso fue el primero en darse la vuelta... Pero el proyectil se dirigía a su cabeza a tanta velocidad que su cuerpo ligeramente se tensó, y ese segundo que tardó en pensar un movimiento fue su mayor error, porque ya no había manera de esquivarlo.

—¡Cuidado! —Ashley saltó hacia su lado y lo empujó al suelo. Pero en ese accionar sólo ella quedó como el único objetivo.

«Oh, no», pensó, apreciando como ya no había vuelta atrás. Sólo cerró sus ojos, esperando el momento... Pero si el golpe se hubiera concretado habría sido en un instante, por eso, segundos después de hacerlo, los volvió a abrir, no habiendo sentido nada... Pero llevándose una inmensa sorpresa.

Una gran mano se cruzaba frente a su rostro, sosteniendo el proyectil con fuerza. Sin saber quién era, notó que lo apretó y los pedazos se le escurrieron por los dedos. Pero la impresión pronto se fue, y pudo girar su rostro, ahí lo vio... Él había vuelto, y le había salvado la vida.

—Rhys —musitó Kit, poniéndose de pie rápidamente—. Señorita, ¿Está bien? —preguntó, casi no dejando espacio a la respuesta, ya que su desesperación, o quizás preocupación, era inmensa.

—Sí... Estoy bien, no sé muy bien lo que acaba de pasar, todo fue tan rápido —dijo ella, sacudiendo un poco su cabeza, para traerla de nuevo a tierra.

Rhys no había dicho nada, sólo había dado algunos pasos delante de ellos. Ambos apreciaron sus movimientos, parecía buscar algo, ya que no había alzado su mirada en ningún momento. Camino en círculos un poco más, hasta que lo divisó. Se agachó y lo sostuvo en su mano, para luego guardarlo en su bolsillo. Ninguno de los dos pudo apreciar que era, y Rhys tampoco dio indicios, pero luego de eso sólo se dio la vuelta y se acercó a Kit.

—¿Todavía tienes tu arma? —preguntó, estirando su mano.

—Sí, claro —respondió Kit, buscando en su cintura—. Toma —agregó, dejándosela en la mano a su líder.

Rhys la tomó, y todavía con pocas palabras, casi en silencio, volvió a darse la vuelta y comenzó a caminar en dirección a Ferral, quien yacía en el suelo, lamentándose por su error. Kit y Ashley apreciaron como él se acercaba más y más al chico, hasta que se dieron cuenta qué estaba por hacer.

—No lo hará... ¿Cierto? —preguntó Ashley.

—Yo creo que... —Kit paró cuando oyó ese sordo disparo, y los quejidos de Ferral fueron lo último que dejó en el aire—. Creo que sí —añadió, tragando saliva. Nunca había visto a Rhys asesinar a alguien, y la frialdad con la que lo había hecho fue demasiado inesperada.

Rhys sólo alzó su mirada hacia ellos y le lanzó el arma de nuevo a Kit. Limpió su traje que se encontraba manchado de algunas gotas de sangre que lo salpicaron y volvió hacia ellos.

—Listo, se acabó todo por aquí —aseguró, dándole una mirada a Ashley—. ¿Te asustaste, princesa? —preguntó, con una sonrisa.

—Creí que todo se acabaría ahí, ¿Volviste en ese instante? Creo que fue muy conveniente —declaró ella.

—Para nada, llegué algunos momentos antes de que Kit lo dejara en el suelo, sólo quería apreciar el espectáculo... Por cierto —dijo, esta vez dirigiendo su mirada hacia él—. Estoy orgulloso de ti, por todo... Por proteger a Ashley, por pelear, por arriesgar tu vida, y por no haberlo matado cuando te lo pidió, de todas maneras, si intentabas hacerlo te iba a parar... Pero realmente admiro tu decisión —añadió, dándole algunas palmadas en el hombro—. Eres irremplazable, chico.

—Gracias, Rhys —agradeció Kit, con una sonrisa satisfecha.

Haber logrado que Rhys lo reconozca de esa manera era un gran logro, hasta él se sentía orgulloso de sí mismo.

—Windsor... ¿Ahora qué queda? ¿Lee todavía no acabó su pelea, cierto? —preguntó Ashley.

Ambos chicos le prestaron atención. Rhys asintió en silencio.

—No, todavía no... Pero hay algo de lo que debemos encargarnos —declaró, señalándose a él y a Kit—. Ashley, ¿Puedes acompañar a Lara?

—¿Qué? —preguntó ella.

—Sí, ella está en Pines, luego de haberles dicho todo sobre lo sucedido con Michael creo que las cosas están un poco más claras, aunque Leah se enojó conmigo, Lara me entendió, pero ellas están solas en este momento, y aunque Pines es un lugar seguro es mejor que estén todas juntas —explicó Rhys, tomando la mano de la princesa.

—¿Me vas a marcar? —preguntó ella.

—Sí... Dile a Lara que me viste, dile que iré con Kit a por Dean... Dile que haré lo que me pidió —solicitó, todavía sin soltar su mano, y con su mirada firme en la de ella.

—Lo haré... Ten cuidado, Rhys Windsor —asintió ella.

—Sí, gracias Ash. —Rápidamente activó su sello y la teletransportó a Pines. Sólo quedó Kit a su lado.

—¿En serio iremos por Dean? Pero es su pelea —preguntó Kit, con curiosidad.

—También es la pelea de Lara y de Leah... No voy a permitir que todos ellos sigan sufriendo por la existencia de ese tipo... Lo acabaré de una vez y por todas —aseguró Rhys.

Kit notó que tal y como había visto muchas veces, esa determinación de Rhys dictaba que lo haría sin duda alguna.

—Bien... ¿Sabes dónde están ahora mismo?

—Sí —respondió Rhys, elevándose lentamente del suelo. Kit lo vio hacer eso y le siguió la corriente—. Vamos a Sunrise.

 

Mientras tanto...

 

Años atrás...

 

DEAN

 

 Diez años atrás, cuando apenas tenía nueve años presencié el suceso más atroz de mi vida. Una imagen repleta de inhumanidad y crueldad, una imagen perpetua, imposible de olvidar, imposible de borrar de mi mente. Pero eso no fue el comienzo de todo, porque mi sufrimiento se remontaba incluso a quince años atrás.

 Cuando nací, mi familia era la «familia perfecta». Mi madre y mi padre se amaban, me amaban a mí, casi no teníamos problemas. Mi padre tenía un buen trabajo, era gerente en una empresa de tecnología perteneciente a la Corporación Harch. Mamá era ama de casa, su tiempo era totalmente dedicado a mi crianza, a darme cariño, a cuidarme con su vida, ella realmente me amaba, y yo a ella. Teníamos una buena posición, y mis padres lo sabían, nunca tuvieron muchas complicaciones, y tampoco parecía que algo malo iba a suceder entre ellos, mi padre siempre amó a mi madre, de eso jamás hubo dudas, ella era un sol en la tierra, y era imposible no hacerlo... Era imposible no sentir que su presencia iluminaba nuestras vidas.

 La comodidad invadía la familia, mis padres notaron que aunque la casa era grande, nosotros tres apenas podíamos rellenar un pequeño espacio en esta. Mamá quería sentirse más acompañada, también quería que yo tuviera alguien con quien jugar, alguien con quien criarme, que aprendiera el significado de la hermandad... Que no me sintiera solo. Fue por esa razón que se pusieron de acuerdo y decidieron tener otro hijo. Y así nació Cassie, tiempo después. Pero, la felicidad de su llegada al mundo no fue nada comparada con la tristeza que nos dejó la partida de mamá... Desde ese momento, nada fue igual.

 El embarazo de mamá se vio complicado al llegar los ocho meses, la única opción que quedaba al final era decidir entre la vida de mamá o de la bebé, porque si se intentaba salvar a ambas, quizás ninguna se salvaría.

 Mi padre no quiso tomar la decisión, no tenía el valor de elegir entra la vida de su hija o su esposa, jamás. Era salvarlas a ambas o nada, pero... Mamá no pensaba lo mismo. Y así fue que con su último aliento rogó hasta desmayarse que salváramos a la bebé... Que ese era su único deseo antes de morir... Y así sucedió.

 Cassie nació sana, una hermosa niña, cabello rubio y ojos color lila, como yo. Fue un momento repleto de lágrimas, felicidad, sufrimiento, dolor, luto... Fue mucho en poco tiempo, tal como la vida nos había bendecido con Cassie, nos había maldecido con la muerte de mamá.

 Los primeros meses fueron difíciles, cuidar a una niña nunca iba a ser un trabajo fácil. Papá tuvo licencia paternal por seis meses, y él se encargó de ella, de mí, y de todo, porque mamá no volvería, y en ese momento, a él era lo único que nosotros teníamos.

 Papá nunca pudo permitirse lamentarse la muerte del amor de su vida. Debía estar todo el día atento, yo apenas tenía cuatro años, y Cassie era una recién nacida, era mucho trabajo, y él estaba destrozado, no podía descansar bien, no podía comer bien, no podía seguir adelante, pero tuvo que hacerlo, por nosotros... Y aunque su alma estaba rota, nunca nos dejó de lado.

 Los años pasaron, papá tuvo que dejar su trabajo en la empresa ya que este demandaba demasiado tiempo, y al encargarse de nosotros no podía dedicarse a eso. Consiguió un trabajo como mozo en un restaurante del Distrito Central, esto hizo que tuviéramos que mudarnos a un apartamento mucho más pequeño que nuestra casa, el dinero comenzaba a escasear, y papá había estado años luchando contra la depresión luego de la muerte de mamá. Cassie había crecido mucho, yo también, y tuve que comenzar a encargarme de ella en el horario en el cual papá trabajaba. Aprendí a cocinar, a limpiar la casa, tenía que hacerla dormir y tratarla como se merecía ser tratada, porque ella me hacía recordar demasiado a mamá, y la quería cuidar con mi vida, hacerla feliz, aunque por eso tuviéramos que sacrificarnos papá y yo... Pero Cassie era lo más importante.

 Cinco años pasaron. Una noche mi padre debía trabajar doble turno, al parecer habían alquilado el restaurante para una fiesta o algo por el estilo, y yo debí quedarme a cuidar a Cassie toda la noche. Fue una noche extraña, todo comenzó con una pesadilla que Cassie tuvo, se despertó a mitad de la noche al grito de: «¡Mamá». Al principio me pareció extraño, ella nunca la llegó a conocer, por lo tanto, no tenía demasiada idea de cómo ella era, no más que por fotos o historias que llegué a contarle. Pero, al parecer, no fue más que su imaginación, la hice dormir de nuevo rápidamente y volví a mi habitación. Todavía no podía comprender por qué tenía un tan mal presentimiento, mi cabeza daba vueltas sin una respuesta clara, mi pecho se encogía mientras los nervios carcomían mi cuerpo... Fue así hasta que el reloj dio las 4:00 a.m... La hora que el infierno comenzó.

 Un poco harto de no poder pegar un solo ojo me levanté a tomar un vaso de agua, en el camino a la cocina pasé por la habitación de Cassie. Ella dormía como un ángel. Esa pesadilla sólo fue un pequeño susto, podía llegar a suceder, quizás el no haberse criado con una figura materna a su lado comenzaba a afectarle... Todos teníamos deseos y anhelos, algunos eran imposibles, y al parecer, conocer a mamá era uno de los de ella.

 Apoyado en la mesa de la cocina mientras vaciaba ese vaso de agua sentí una extraña vibración en mi oído, como cierta percepción. Un aviso. Quizás fue sólo un ligero sexto sentido, porque apenas me sucedió eso comencé a escuchar golpes en la puerta. Mi corazón comenzó a latir con fuerza. Era miedo. No podía ser nada bueno.

Papá siempre intentaba hacer el menor ruido cuando volvía del trabajo tarde, jamás golpearía la puerta con tanta fuerza. Me acerqué a ella con lentitud, había tomado un cuchillo de la cocina con anterioridad, lo tenía pegado a mi antebrazo, sólo tenía que abrir la puerta y con un movimiento rápido quitarme de encima a quien sea que fuera. Los golpes sonaron por al menos un minuto, hasta que cesaron, no fue una pausa, fue el final, porque no se volvieron a escuchar de nuevo. No iba a quedarme con la duda, así que seguí mi camino, apoyé la mano en la perilla, intentando girarla sin hacer demasiado ruido, sabía que si abría de golpe podían empujar con fuerza y derribarme, de nada serviría el arma que tenía en mi mano si eso pasaba... Por eso, me tomé mi tiempo... Sudaba mucho, quería hacerme el fuerte, el valiente, pero tenía apenas nueve años... ¿Era sensato pretender defender mi casa de tal manera? No, seguramente no lo era. Pero quité todos esos pensamientos intrusivos de mi cabeza, y sólo abrí... Sólo eso... Aunque nunca debí hacerlo.

 Sangre. Ese olor metálico que se coló por mi nariz. Sangre. Ese color rojo que invadió mi iris. Sangre. Esos quejidos agonizantes de la persona que se hallaba frente a mí. Sangre... Mucha sangre... Mi sangre... Sí, mi padre.

 Petrificado. Sólo eso. No me moví. No pestañeé. No hice nada. No pude hacer nada.

 —No despiertes a Cassie... No llores... No hagas ruido... Sólo escucha —dijo mi padre, casi sin fuerzas en su voz, apenas con su última voluntad... El instante en el cual esa maldición se hizo parte de mi—. Michael Harch... Recuerda ese nombre... Cuida de Cassie... Con tu vida... Hazla feliz... Pídele perdón de mi parte... No podré estar con ella hasta el final... Y por último, Dean... Has justicia. —Y yació en mis pies.

 «Has justicia».

Esa frase no se borró de mi mente jamás.

 Asesinato. Nunca se pudo encontrar al asesino. Pero lo sabía, yo si conocía la respuesta. No se la dije a la policía, porque con el pedido de mi padre, con su último anhelo, pretendía hacerlo real... Para que pudiera descansar en paz, sin ningún remordimiento, haría justicia por él... Una fría y dulce venganza... Mataría a Michael Harch. 

 

Años después...

 

Fons, Ash, Distrito Norte - 8 de Agosto - Año 520

 

 —Dime... ¿Te escapaste de tu orfanato, chico?

 Apoyado en la barandilla del puente, Dean apreciaba el río que pasaba por debajo. Apenas escuchó alguien detrás de él hacer esa pregunta lanzó el cigarrillo que estaba fumando hacia el agua. Rápidamente se dio la vuelta... No era nadie conocido, más bien debía preguntarse... ¿Quién era él?

 —Rhys Windsor... Quizás me conozcas porque soy famoso, pero no creo que alguien como tú vea mucha televisión —declaró el joven, parándose a su lado, haciendo el mismo movimiento que él al apoyarse en la barandilla del puente. Su vista se dirigió al frente, apreciando el agua correr desde la cima de esa colina.

 —¿Quién eres? Me pareces muy conocido, ¿En serio eres famoso? —preguntó Dean, con curiosidad.

 —Antes era príncipe, ahora sólo soy alguien que cada tanto pelea por una que otra nación... El esposo e hijo de dos hermosas mujeres, el padre de una hermosa chica, y el hermano de un no tan hermoso chico, pero si tierno... Y tú eres Dean Jackson, ¿No es así? —preguntó Rhys, al girar su rostro hacía él, esbozando una sonrisa al asediarlo con esa mirada brillante marcada más que nada por esos punzantes ojos verdes.

 —¿Cómo sabes mi nombre? —Dean no entendía muy bien la situación, pero ese hombre no parecía para nada hostil. Era demasiado calmo, carismático. Era cómodo hablar con él, incluso sin tener la remota idea de quién era.

 —Sólo investigando... Tengo cierta influencia en el país... Por cierto, ¿Estabas fumando un cigarrillo, verdad? ¿Me das uno? —preguntó, dejando sus dos dedos frente a Dean.

El chico lo miró extrañado, pero sólo procedió a sacar la caja que tenía en su bolsillo y dejar uno en sus dedos, para luego colocar otro en sus labios.

 —¿Fuego? —preguntó Dean, encendiendo el mechero.

 —Claro —respondió Rhys, acercando su rostro al fuego. Rápidamente exhaló el humo cuando el cigarrillo se encendió.

 —¿Cómo sabías que me escapé del orfanato? —preguntó Dean

 —Me crucé a unas mujeres que te estaban buscando... «Chico rubio y de ojos color lila», fue fácil ubicarte, más que nada por tu peculiar apariencia —indicó Rhys.

 —Sí... Mi apariencia... Mi hermana es igual a mí, salimos a nuestra madre, ella vino de Filii Dei, tenía rasgos de su lugar de nacimiento —explicó el chico.

 —Ya veo, ahora se explica, ese tipo de color de ojos es muy común en Filii Dei, tengo una amiga que tiene ojos dorados... Eso si es algo notable. —Rhys recordó a Artemisa.

 —Claro... Mamá era hermosa... Cassie también lo es, aunque siento que probablemente esa belleza fue su mayor maldición.

 —¿Era? —Rhys notó como él había hablado en pasado sobre su madre.

 —Murió, hace diez años... En el parto de mi hermana menor.

 —Vaya, lo siento... Pero si vives en un orfanato significa que su padre tampoco se encuentra con ustedes... ¿Qué sucedió con él? —Rhys indagó.

 Dean no respondió esa pregunta. Tomó la última calada de su cigarrillo y lo lanzó por el puente. Se soltó de la barandilla y al lanzarse hacia atrás se dio la vuelta, dándole la espalda a Rhys. Lentamente comenzó a caminar por el camino de piedra que daba hasta el final del puente, con sus manos en sus bolsillos.

 —No lo lograrás solo, Dean Jackson... Michael Harch es un hombre peligroso —declaró Rhys, todavía en su lugar. Mirando al frente mientras seguía con su cigarrillo entre sus dedos, sólo había dejado que este se consumiera.

 Apenas dijo esas palabras sintió como la caminata de Dean cesó, y esos pasos que había dado hacia delante rápidamente se volvieron, y caminaron hacia él de nuevo.

 —¿Cómo lo sabes? —preguntó Dean, parándose a su lado. Esta vez más decidido, escuchar ese nombre hervía su sangre. Quería respuestas. Estaba seguro de que ese tipo tendría pistas sobre el asesino de su padre.

 —Soy Rhys Windsor, el príncipe de Remia, hace cinco años conseguí un poder que arruinó mi vida, me quitó a lo que más amaba y me hundió en la oscuridad... Sólo buscaba la venganza, sólo quería acabar con aquello que me trajo tanta desgracia de una vez por todas... Han pasado muchas cosas desde ese día: La mafia, la guerra, mi esposa, mi hija, mi padre, mi madre, mi hermano, mi maestro, mi poder... Muchas cosas, y me di cuenta de algo muy interesante en este lapso de tiempo el cual he vivido a mil: No tiene sentido seguir este camino en soledad, necesito personas que tengan la misma determinación que yo para un objetivo, que estén seguros de entregar su vida con tal de conseguir ese propósito... Necesito personas que no le teman a la muerte... Que sólo quieran luchar, luchar sin parar... Hasta el final... Necesito personas como tú, Dean, que no den marcha atrás —dijo Rhys. Eso resumió todo lo suficientemente bien como para que el chico entendiera su punto.

 —¿Qué carajos sucede contigo? —Dean no le quitó la mirada de encima. Desconcertada.

 —Sólo ven conmigo, Dean Jackson, y tendrás tu venganza en bandeja de plata cuando te encuentres preparado... Puedo entrenarte, puedo darte poder, puedo hacer que llegues al nivel del asesino de tu padre... Puedo hacer que te conviertas en su mayor pesadilla... ¿Qué dices, Dean? ¿Acaso tienes miedo? —preguntó Rhys, sonriente, con cierta ironía en su voz.

 —No tengo miedo, pero... ¿Por qué tengo que confiar en ti? Además, tengo una hermana pequeña, ella apenas tiene diez años, no puedo ni quiero dejarla sola, no quiero hacerla sufrir... Ella debe ser feliz, y yo debo darle esa felicidad.

 —Vaya chico, te cargas con muchas cosas que a tu edad y con tus condiciones son imposibles de conseguir... ¿Sabes qué? Es fácil lo que haremos... Vendrás conmigo, tu hermana también lo hará, tú cuidarás de ella, yo cuidaré de ti, y cuando el momento llegue te convertirás en mi pupilo, me darás tu ayuda en mi propósito, y yo te daré lo que sea necesario para que logres el tuyo... ¿Qué tal? ¿Tenemos un trato? —Rhys estiró su mano luego de esa propuesta.

 Dean primero lo miró con desconfianza. No podía permitirse confiar en esa persona y que su hermana y él corrieran peligro en el futuro, sería un gran error... Aunque, no sabía por qué, pero ese joven era tan reconfortante. Su mirada, sus palabras, sus gestos... Esa forma de extender su mano, se veía demasiado sereno, a un nivel el cual era imposible desconfiar de él, además, cuando contó su historia. Se sintió real, su voz dejó paso a ese ligero sentimiento que invadió el ambiente entre ellos... Confianza... Él se la había otorgado... Incluso antes de que Dean comenzara a pensar en eso. Quizás... No era como él pensaba... Quizás, podía funcionar. 

 —Mi hermana es una niña brillante, pero lastimosamente no tiene la posibilidad de ir a la escuela, también es hermosa, pero no tiene vestidos ni ropa linda para lucirse, no tiene juguetes, no tiene amigas... Ella no tiene nada, sólo a mí, pero eso no es suficiente... s

Sé que ella no ha podido disfrutar para nada su infancia por todo lo que nos ha pasado en la vida, por ir de orfanato en orfanato, por los maltratos de los otros niños, por las familias que nos rechazaron, ella no se lo merece, sólo quiero que se sienta como una niña normal por lo menos el tiempo que le queda de niñez... Ya te lo dije... Quiero que sea feliz, y haré hasta lo imposible para que eso suceda... Así que, esa es mi condición, dime que mi hermana tendrá una buena vida y no dudaré en tomar tu mano... Te seguiré hasta el final... Rhys Windsor.

 —Sé lo que significa el valor de la inocencia, que te roben la infancia, no poder ser feliz como todos los demás... Lo sé porque me pasó, y no me gusta que los demás sufran lo que me sucedió a mi cuando puedo evitarlo... Mi esposa y mi hija no se lo pensarán dos veces en ayudar a tu hermana, la inscribiremos en una escuela, le daremos lo que sea necesario para que ella pueda disfrutar su vida como una niña normal... Te lo prometo, Dean, confía en mí... Nunca me retractaré de mi palabra —aseguró Rhys, dejando ver esa determinada mirada que hipnotizó a Dean. ¿Cómo podía negarse ante ese tipo? Era mágico, esas palabras, esa voluntad... Esa forma de convencer... No había manera de rechazar tal oferta—. Ven conmigo, Dean Jackson... Ven conmigo y no te soltaré la mano jamás... Ambos llegaremos al final.

 —Okey... Confió en ti, Rhys Windsor... Te seguiré hasta el infierno si es necesario, no me decepciones, muéstrame el camino... Si realmente es como lo dices, nunca me voy a arrepentir de tomar esta decisión... Mi destino y mi vida están en tus manos.

 

Presente...

 

Fons, Sunrise - 3 de Abril - Año 526

 

 Michael era muy bueno en la lucha. Su versatilidad con el metal le permitía que el arma que utilizaba pudiera tomar ciertas características y formas que complicaban la defensa de Dean. Pero no era tonto, sabía que el chico había reforzado su bastón con energía eléctrica, por lo que intentaba hacer lo posible para no tocar ni aunque fuera un segundo el arma de su contrincante.

 Arena en el aire. Ese sonido de la energía eléctrica esparciéndose por el lugar. Un sólo resultado. Los dos habían estado a puertas de la muerte, apenas lograron salvarse, apenas consiguieron sobrevivir. Y en ese momento se encontraban llevándose hasta el final, ambos sabían que sólo uno iba a sobrevivir al finalizar el combate, en el peor de los casos, ambos perecerían en batalla... Pero quizás, era lo único que ambos estaban esperando... La cúspide del goce que una pelea a muerte otorgaba. La adrenalina. El odio. Las emociones hasta el máximo... La pelea de sus vidas.

 Dean sabía que en algún momento tendría una abertura para impactar su arma. Michael pretendía lo mismo, aunque la defensa de Dean era sólida. Ambos sabían que el combate no podría durar mucho más tiempo, estaban comenzando a desgastar sus cuerpos más que nunca, su energía ya casi era nula, y más con lo que tuvieron que hacer para salvarse esas veces que estuvieron al borde de la muerte.

Dean ya se había percatado que Michael poseía más energía que él, pero eso no servía de nada si no tenía forma de atestar un golpe, y al estar controlando el metal de su arma en cada momento poco a poco esa energía comenzaría a decrecer.

 Movimientos rápidos, imperceptibles, en menos de un minuto se vio el comienzo de una victoria. Dean supo que no había otra forma de comenzar a tomar ventaja que no fuera dejando de usar su bastón. Con una ligera finta acortó su arma y la escondió detrás de su antebrazo. Con ambas manos libres y con un poco más de movilidad comenzó a bloquear los ataques de Michael con su palma, este se dio cuenta que ahora que Dean estaba más concentrado en sus movimientos y no en la defensa, mucho menos podría atestar otro golpe, ya que no había forma de hacer que el chico se distrajera ni un segundo para tomar una abertura.

 Error.

 Un puñetazo en el abdomen. Ese fue el primer golpe que Dean conectó cuando pudo sobrepasar la defensa de Michael. Al este retroceder un poco ante el dolor, Dean aprovechó de nuevo y lanzó una patada lateral que impactó en sus costillas. Ahí fue cuando comenzó a tomar la ventaja. Pero no pudo dejarse llevar mucho tiempo, ya que luego de varios golpes, comenzó a descuidar su postura, el éxtasis de saber que podría aplastarlo en ese momento lo hizo olvidar de lo rápido que Michael era también, por eso su ráfaga de golpes acabó cuando sintió el frío metal del arma de Michael traspasar su hombro... Su brazo derecho había quedado casi inútil. Sólo moverlo le dolía.

 «Mierda... Solo ese golpe fue suficiente para equilibrar la pelea de nuevo», pensó Dean, retrocediendo.

 —Vamos mocoso... ¿O me vas a decir que eso fue suficiente como para echarte para atrás? Tu padre necesitó mucho más —declaró Michael, soltando varias carcajadas.

 Esas palabras volvieron sus ojos rojos. Se olvidó del dolor. Se olvidó de la defensa. Se olvidó de su poca energía... Se olvidó de todo. No iba a ceder.

 —Morirás, maldito —sentenció Dean, cortando con su mirada—. No hay vuelta atrás.

 Tenía un plan. Con la última pizca de energía que le quedaba tenía que hacer llegar un golpe seguro a la basura humana con la que estaba peleando. Pero antes que eso, debía asegurar su primer objetivo, un sólo golpe que diera la energía, para que el golpe seguro no fuera en vano... Tenía que hacerlo sin dudar, porque perdería la pelea.

 Se lanzó rápidamente. Debía golpearlo. Uno solo. Tocarlo. Por apenas un segundo, y tendría la pelea ganada... Nada más.

 Su brazo herido hacía sus movimientos descoordinados, por lo que la dificultad para lograr golpearlo era aún mayor, más aun notando que Michael se aprovechaba de su debilidad para intentar conseguir otro corte, por lo que todo se hacía más complicado mientras intentaba esquivar los ataques.

 Pero todavía tenía su as bajo la manga... Literalmente.

 «Gané».

 Cuando permitió que el arma de Michael lograra golpearlo usó al fin su última carta. La bloqueó con su antebrazo. Aquel en el cual había escondido su bastón de menor tamaño. El metal acarició su arma, la energía eléctrica comenzó a correr por este, hasta llegar a su adversario... El choque ocurrió.

 No perdió más tiempo. Estiró su mano y presionó el pecho de Michael. El primer paso ya estaba hecho. Rápidamente lo golpeó en el aire, la fuerza del puñetazo hizo que Michael se estrellara contra el suelo... Dean lo siguió y aterrizó... Para finalizar esa pelea de una vez por todas.

 —Hasta aquí llegaste... Muere... Michael Harch. —Apoyó su bastón con fuerza en la arena, y la energía de este recorrió el lugar, hasta unirse con la que estaba en el cuerpo de Michael. Dando lugar al golpe seguro... Aquel que ganó la batalla.

 No iba a parar, todavía tenía que hacerlo sufrir... Hasta el último instante.

 Se acercó caminando a Michael, este yaciendo en el suelo intentaba ponerse de pie inútilmente. Dean lo pateó y este cayó de espaldas, y fue ahí cuando Dean se subió encima y comenzó a darle puñetazos en el rostro.

 —Tú... Maldito... Maldita mierda... Escoria de ser humano... Muere... Muere... Muere... ¡Muere! —Tanta ira reflejada en sus palabras. En su deseo, sus labios sangraban, los había mordido con fuerza.

 Sintió como esas lágrimas de rabia que habían estado ocultas por años comenzaron a brotar. Ese gruñido que acompañaba su respiración agitada, sin parar de golpear y golpear al asesino de su padre. Había llegado al punto máximo de su odio, el sentimiento lo había consumido. Su mente ya no daba respuesta, no había nada que lo parara... Nada.

 —¡Hijo de puta! ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué lo mataste?! ¡Era lo único que tenía! —y siguió—. ¡Hiciste sufrir a mi hermana! —y siguió—. ¡ARRUINASTE MI VIDA! —Hasta no dar más.

 Llanto. Odio. Ira. Tristeza. Dolor.

 Se había dejado llevar tanto que ni siquiera la imagen de su hermana lo tranquilizó, sólo al pensar en ella quiso acabar con eso, de una vez por todas... La sangre caía por sus puños, bañados en ese corrupto y perverso color rojo. Su rostro, con lágrimas, salpicaduras de sangre e irreconocible. Ese hermoso color lila brillante que antes poseía en sus ojos se había tornado casi oscuro. Un alma atormentada, maldecida... Que jamás pudo ser feliz... Un alma rota... Sin salvación.

Aunque tal vez.

 —Basta.

 Sus golpes pararon.

 —Ya basta, Dean... No lo hagas... Tú no eres esto.

 Él sabía quién era. Esa voz era fácil de reconocer. Sólo alzó su mirada. Sin misericordia, perdido en la oscuridad.

 Ahí estaban ellos. Su mejor amigo, y su maestro... Esos que siempre estuvieron a su lado, que nunca lo dejaron caer... Ni antes, ni en ese momento.

 —Se acabó, chico... Ya lo diste todo... Ahora sólo te queda ser feliz... Deja atrás todo ese dolor, ya exorcizaste esa maldición... Sigue adelante... Hazlo por ti, y por tu hermana —dijo Rhys, agachándose a su lado. Apoyando la mano en su espalda.

 Dean había quedado en silencio. Cabizbajo, ligeramente apreció el rostro de su contrincante. Estaba irreconocible, desfigurado de todas maneras... ¿Él había hecho eso?

 —Vamos... Yo me encargaré del resto. —Rhys lo ayudó a pararse apoyando su brazo en su hombro. Hasta que Kit se acercó e hizo lo mismo, tomando a su amigo—. Es todo... Llévalo a Pines junto a Lara y Ash, y luego ve a buscar a su hermana, ¿Sabes dónde está?

 —Sí —asintió Kit, todavía sosteniendo a Dean.

 —Bien... Ten cuidado, y cuídalo a él, hablaremos luego —dijo Rhys, activando su sello. Para luego dejar que sus subordinados fueran teletransportados en un instante.

En el desierto quedaron sólo él y el cuerpo moribundo de Michael, tirado en la arena.

 Rhys se dio la media vuelta y se acercó lentamente al derrotado. Las manchas de sangre habían vuelto la arena húmeda y bordó.

 —Qué final has elegido, Michael Harch, todo lo que hiciste... ¿Fue para esto? —preguntó, al agacharse al lado de Michael.

 —Rhys Windsor... El Príncipe Maldito... Mi verdugo... ¿Quién diría que luego de la guerra llegarías tan lejos? Realmente no hay nadie a tu nivel... Demonio —Michael escupió un poco de sangre al decir eso.

 —Mataste a Thomas, a Marie, a los Foster y a cientos de personas en ese accidente... Al padre de Dean, y quién sabe a cuantos más... ¿Y el demonio soy yo?

 —De eso se trata la vida, Rhys... De intentar sobresalir a pesar de todo... Eres hipócrita, yo también lo soy, y es irónico que alguien con el mismo instinto asesino que yo venga a darme la estocada final.

 —Sí, lo es... Pero tú sabías que en algún momento llegaría aquel que acabaría con tu vida... Si no era yo iba a ser Dean si no lo paraba.

 —Ese maldito mocoso, un monstruo... Todos ocultamos una gran oscuridad, ¿Cierto? Sale a la luz en los momentos más bajos como seres humanos... Estamos destinados a esto... A la desgracia... No hay otro final.

 —¿Fue bueno mientras duró, Michael Harch?

 —Ni que lo digas... La sombra de Thomas me cubrió por mucho tiempo, la luz que irradiaba era demasiada, para todos... Ese maldito... Al final se salió con la suya —murmuró. No le quedaban más fuerzas para seguir, ni siquiera hablar un poco más alto podía—. Entonces, ¿Me vas a matar? Te vi sacar la espada de mi familia de tu sello hace un rato... Vaya, me matarás con el tesoro familiar más valioso del clan Harch... Es incluso hasta poético. 

 —Nos vemos en el infierno, Michael Harch. —Rhys preparó su arma, lentamente acercándola a la garganta de Michael.

 —En lo más profundo de este, Rhys Windsor... Te estaré esperando.

 No hizo ningún movimiento. Ningún ruido. Ningún gesto. Sólo ese último suspiro antes de que la espada de Rhys traspasara su garganta, dándole paso a su muerte.

 —Se acabó, Lara, Leah... Dean. —Alzó su mirada al cielo—. Thomas, Marie. —De nuevo la bajó, el cuerpo sin vida de Michael fue lo último que logró ver antes de irse de ese lugar—. Se acabó para siempre.

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