Si Vanessa estuviera aquí, me encantaría hablar con ella.
Lamentablemente, no está. Estamos en un avión, y ella sigue en Blackwood, tramando cómo sacar respuestas del lobo de mi mamá.
Así que miro a Kellan.
—Si tu compañera te ocultara secretos, incluso si es por las mejores razones, para lograr un objetivo, ¿cómo reaccionarías? —pregunto.
—Furioso —su respuesta es rápida y sus ojos, sospechosos—. ¿Qué estás tramando ahora, Ava?
—Nada —la vergüenza me retuerce el estómago mientras vuelvo a mirar por la ventana—. Su reacción inmediata es pensar que estoy tramando algo, trayendo problemas a quienes me rodean.
No es que lo culpe, pero la sensación con la que me quedo es…
Pegajosa. Asquerosa. Horrible.
Hace unos días, me habría molestado ante tal respuesta, frustrada porque Kellan me tratara como a una niña malcriada.
¿Pero ahora?
Su mirada inquieta me taladra la nuca, y apoyo la cabeza contra la ventana con un suspiro. —¿Alguna vez discutes con tu lobo? —pregunto.
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