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Vanessa aparece antes de la cena, con una bolsa llena de cosas de doctor y un brillo en su mirada que me dice que no voy a hacer nada hasta que consiga la información que necesita.
Así que soporto la presión arterial, mi sangre siendo extraída y llevada por uno de mis nuevos guardaespaldas de rostro pétreo, de los cuales hay al menos 6, y un montón de preguntas que ella me hace todos los días.
Mis respuestas no han cambiado, pero aún así las hace.
Miro con atención mientras Vanessa empaca sus suministros médicos, mi mente revoloteando con el peso de los secretos que guardo. Con los planes medio formados en mi cabeza. Con mi necesidad desesperada de salvar a Lisa de cualquier destino que el Príncipe Loco tenga planeado.
Me humedezco los labios, tratando de encontrar las palabras correctas.
—Vanessa, ¿qué opinas sobre guardar secretos de tu compañero? —la pregunta se me escapa antes de poder detenerla.
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