—¡Mierda! —gritó Petral de dolor cuando mi frente chocó con la suya, haciendo que sus manos soltaran inmediatamente mis cadenas para llevarse las manos al moretón fresco que acababa de darle. Siseó de dolor, girándose mientras yo aprovechaba la oportunidad para levantarme de un salto y poner algo de distancia entre nosotros.
Aprovechando la oportunidad creada por su confusión temporal, usé las cadenas y rápidamente lo envolví en ellas, apretándolas mientras el metal se contraía alrededor de su cuerpo antes de que siquiera pudiera reaccionar a tiempo. Corrí directo al otro lado de la habitación, estirando las cadenas al máximo con Petral atrapado en el medio. Si quería salir de ahí, lo único que podía hacer era―
—¿De verdad crees que podrás contenerme con solo esto? —rugió, furioso. La ira danzaba detrás de esos ojos rojos suyos, surgiendo como llamas del mismo infierno.
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