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—Lo siento. La persona a la que estás llamando no está disponible en este momento —informó una voz automatizada.
¡Bip!
En una habitación oscura iluminada solo por una lámpara, un cierto moreno se quedó mirando su hogar por un rato, antes de suspirar y colocar el móvil en la mesita de noche.
Cauis agarró la sábana y la llevó a su nariz. Todavía tenía su aroma: limpio y refrescante.
Mientras se sentaba al borde de la cama, no podía evitar sentirse melancólico. Aún podía recordar los momentos que habían compartido allí, apenas el día anterior. El sexo, los abrazos y las conversaciones de corazón a corazón...
Pensó que había encontrado a su alma gemela.
Tal vez lo hizo, pero parecía que no era lo mismo para ella.
Miró las 19 llamadas perdidas que le había enviado en las últimas horas.
—¿Dónde estás? —preguntó en voz alta, mirando la pantalla del teléfono con su foto. —¿Qué estás haciendo?
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