Las cicatrices persistentes de su pasada relación eran evidentes, moldeando sutilmente su comportamiento incluso dentro de su actual arreglo. Sin embargo, la evolución de su conexión había superado la mera conveniencia. Lo que una vez comenzó como un acuerdo calculado ahora tenía el semblante de una relación genuina.
La presencia de Matteo se había convertido en un ancla para Stella, un refugio donde encontraba consuelo y seguridad. Él llenaba los vacíos de inseguridad, ofreciendo un sentido de protección que parecía curar las heridas de su propio pasado. Sin embargo, los recientes acontecimientos le habían mostrado los límites de su dinámica.
En la cuidadosa danza entre la intimidad y la autonomía, ella había aprendido que, aunque Matteo le proporcionaba seguridad, su libertad todavía tenía límites.
Las cosas buenas nunca duran.
Mientras esta realización se asentaba en ella, el timbre del ascensor puntuó sus pensamientos. Las puertas se abrieron deslizándose.
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