—¿Qué pasa por tu mente, belleza? —preguntó él, avanzando un paso, sus ojos aún clavados en una mirada desafiante con la de ella.
—He dicho que no te muevas. ¿Dónde coño están mis cosas?
—Pareces olvidar que estás en mi espacio— comenzó a decir, pero ella lo interrumpió, respondiendo con firmeza.
—Y no deseo nada más que marcharme de este lugar. Así que no hagamos esto más difícil de lo que es. Responde a mis preguntas, devuélveme mis cosas y me iré.
—Eres toda una amazona. Por suerte para ti, eso es lo que me pone.
—Me importa un carajo lo que te ponga, responde a mis preguntas y dame mis malditas cosas, si no tendré que hacer lo que tengo en mente.
—¿Por qué demonios está siendo tan persistente?! —se preguntó a sí misma.
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