Rhys se inclinó hacia adelante, una enorme sonrisa se esparció en su rostro—Soy tan afortunado de haberte conocido.
Beatriz sintió como mariposas revoloteaban en su estómago y bajó la vista hacia su pecho, un leve rubor en sus mejillas.
No podía evitar cómo la hacía sentir. A pesar de que habían visto las partes íntimas del otro, él aún la hacía sentir como una adolescente tímida con su amor platónico.
—Entonces… —ella se aclaró la garganta—. ¿Quieres dormir conmigo esta noche? Si no tienes sueño, podemos hacer algo.
Rhys mordió su labio inferior, tirando del piercing mientras inclinaba su cabeza hacia un lado.
—Mmmmm... —tarareó pensativo con un brillo pícaro en sus ojos—. Y ¿qué quieres que hagamos, amor? Porque tengo muchas cosas que quiero hacer contigo ahora mismo.
La caída en su voz hizo que su piel se erizara y la forma en que la miraba tampoco ayudaba.
Se sentía como si tuviera un nudo en el estómago.
—No sé —dijo ella —¿ver una película?
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