Tang Yuxin echó una mirada hacia atrás al camino que dejaban atrás.
Gu Ning colocó una mano sobre su hombro —Pronto estaremos en casa.
Tang Yuxin asintió suavemente, ella creía, realmente creía — creía en Gu Ning como siempre había hecho, en que él nunca se daría por vencido con ella. Y en cuanto a los demás, aquellos que venían a salvarlos, tampoco los abandonarían.
El tiempo pasaba, segundo tras segundo, minuto tras minuto. Tanto tiempo había pasado que para Tang Yuxin se sentía como un siglo. Todos miraban ansiosamente el camino, esperando que aparecieran sus rescatadores.
—¡Ya vienen! —exclamó alguien de repente.
En una fracción de segundo, todos se levantaron. En ese momento, el sol se abrió paso entre las pesadas nubes. La cálida luz del sol finalmente volvió a caer sobre ellos una vez más.
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