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—Martha estaba en shock por lo de la Reina del Hielo... Ok, no, estaba más que en shock. Estaba aterrada.
Con solo una palabra, la ley sagrada de Edén había sido destruida.
La regla que hacía a los hombres temer incluso echar un vistazo en dirección a Edén había desaparecido... ¿y si solo era para Kiba?
¡Una excepción a la ley hacía que la ley fuera inútil!
Y ahora era igual.
Tarde o temprano, Kiba entraría en Edén y contaminaría la tierra sagrada con su maldad.
—¡Oh Dios! ¡Es culpa mía! ¡Edén está perdido! —exclamó Martha.
El cuerpo de Martha se cubrió de sudor.
Kiba había destruido universidades femeninas con sus siniestras maneras, ¿cómo sobreviviría Edén lleno de mujeres?!
Solo era cuestión de tiempo antes de que su Rompe Traseros las empalara y las hiciera gritar por sus vidas.
—¡Si no hubiera tomado el Tesoro del Reino y hubiera venido aquí, nada de esto habría ocurrido! —se lamentó Martha.
El corazón de Martha se llenó de desesperación.
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