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Baird rodó por el suelo helado mientras mantenía su entrepierna apretada con fuerza. Los vientos fríos continuaban pasando, trayendo copos de nieve y pequeños cristales de hielo.
Baird ya no estaba en condiciones de preocuparse por la hipotermia o cualquier otra cosa. Lo único que le preocupaba eran sus preciadas joyas. El sonido demoledor de ellas siendo aplastadas como huevos resonaba en su mente de manera constante.
A cierta distancia, Morales tragó saliva. Sin darse cuenta, su cuerpo estaba cubierto de sudor a pesar de la congelante temperatura.
Hace solo un minuto, sus ojos estaban rojos de envidia cuando Ashlyn decidió ayudar a Baird. Maldijo a Baird por su increíble suerte de tener un momento íntimo con una diosa tan hermosa, pero ahora, ya no tenía esos pensamientos. Observó la cara púrpura de Baird y sintió un escalofrío en la espina dorsal al imaginar el estado en el que estaría si él también tuviera la oportunidad de compartir un momento íntimo con Ashlyn.
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