—En la pantalla del móvil, el nombre que apareció no era otro que Han Chengye —Han Jingting estaba asombrada—. ¿Por qué la llamaría ese bastardo?
Al final, Han Jingting aun así presionó el botón de responder.
—Hola —la voz de Han Jingting era gélida.
—Presidente Han, ¿dónde ha estado haciendo fortuna últimamente? —La voz de Han Chengye al otro lado de la llamada estaba llena de burla.
Han Jingting no quería perder palabras con él.
—¡Si has llamado solo para patearme cuando estoy caída, entonces colgaré ahora! —Han Jingting estaba a punto de colgar cuando escuchó a Han Chengye decir apresuradamente—. Hay una reunión en la casa antigua en media hora, apresúrate.
El tono de Han Chengye era completamente autoritario, sin dejar lugar a negociaciones.
Han Jingting bufó fríamente.
—Ya me han expulsado de la Corporación Han, ¿por qué debería ir allí? ¡Si quieren una reunión, háganla ustedes mismos! —Dicho esto, Han Jingting colgó el teléfono sin decir otra palabra.
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