El aura enfrió a Greg Jensen hasta los huesos en un instante, e instintivamente miró hacia el cielo, solo para ver tres ojos rojos brillando espeluznantemente hacia él.
—¿Son ojos de árbol? No, eso no es correcto, este árbol está lejos de evolucionar hasta la etapa de tener ojos. ¡Debe ser alguna bestia feroz allí arriba!
—¡Boom!
De repente, mientras reflexionaba, la enorme sombra se puso en movimiento, aparentemente aleteando, y salió disparada desde el denso follaje, lanzándose hacia él desde arriba.
Solo al acercarse pudo ver claramente que era un ave enorme, o más bien, un águila casi del tamaño de un ternero, con alas doradas que se extendían más de tres metros de ancho, y garras tan afiladas como una Espada del Tesoro.
Su pico curvo y afilado estaba bien cerrado, resplandeciendo con una luz fría escalofriante, y lo más sorprendente, este águila dorada tenía tres ojos en su frente, pupilas carmesí con anillos de patrones alrededor de ellas.
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