Después de subirse al BMW X5 que Adrian Wright le había dejado y de echar un vistazo a la hora, se dio cuenta de que ya eran más de las dos y decidió llamar a Alfredo Harrison.
—Señor Jensen, hola, ¿tiene pensado ver la casa ahora? —preguntó Alfredo.
—Sí, eso es.
—De acuerdo, enviaré una ubicación a su teléfono, solo siga el mapa y yo estaré allí en breve.
—Está bien, gracias —respondió Jensen.
Alfredo Harrison colgó el teléfono y se dirigió a su secretario. —Lleva las llaves del Jardín Dreamscape contigo, vamos a salir.
Al escuchar las tres palabras "Jardín Dreamscape", el secretario tembló involuntariamente como un gato asustado y dijo con voz temblorosa:
—Señor Harrison, está hablando del amigo del señor Wright. ¿Planea alquilarle el Jardín Dreamscape?
—¡No, voy a venderlo!
Una sonrisa helada apareció en el rostro de Alfredo Harrison.
—¿Qué pasa con el amigo del señor Wright? Él eligió ese lugar por sí mismo; yo no puedo ser culpado por eso.
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