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Greg Jensen llegó al hospital y vio a Norman Holmes aún en coma, con una gran pieza de gasa pegada a su pecho, acostado en la unidad de cuidados intensivos.
—Señor Jensen, finalmente ha llegado —dijo Jaylene River, que parecía demacrada, con los ojos rojos e hinchados, claramente acababa de llorar.
Greg echó un vistazo a la unidad de cuidados intensivos y preguntó:
—Cuñada, no se preocupe, ¿cómo está mi hermano ahora?
—El doctor dijo que tiene el esternón destrozado y sus órganos están levemente dañados. Afortunadamente, no fueron perforados, o de lo contrario habría muerto en el acto —respondió ella—. Ya se han ocupado del esternón destrozado, pero él aún no ha despertado. Si no lo logra...
Jaylene, sin poder contenerse, comenzó a llorar nuevamente.
—Cuñada, no se preocupe. Permítame revisar la situación primero —dijo Greg.
—De acuerdo, será usted quien se moleste entonces —aceptó Jaylene.
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