Xue Xi hojeó el libro.
Xiang Huai, que había preparado el desayuno, se sentó perezosamente en la silla y la miró. Preguntó con voz baja:
—¿Por qué?
Xue Xi lo miró sorprendida. —¿Estás leyendo verdaderas escrituras budistas?
Xiang Huai se recostó y levantó ligeramente sus ojos brillantes. Se rió entre dientes y preguntó:
—Pequeño, ¿qué crees que estoy viendo?
Xue Xi parpadeó.
Xiang Huai golpeó sus hermosos dedos sobre la mesa. —¿Mhm?
Podía describir un solo personaje de una manera tan indirecta que tiraba de las cuerdas del corazón.
Xue Xi se detuvo. Pensando en el Número Uno de las Llamas y en la cotorra, respondió lentamente:
—¿Un cómic, una novela?
Xiang Huai parecía haber escuchado un chiste y no pudo evitar reírse. Su risa era agradable, pero sus palabras hacían sonrojar a uno. —¿Así que quieres ver cómics para adultos?
Xue Xi se quedó atónita.
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