—Con que un dragón, ¿Eh? ¿No les bastaba un wyvern?—dice Norbert.
—Oh sí, espero que traigas tus venenos más potentes, porque vamos a necesitarlos—respondo sin dejar de mirar el camino.
—Oye, Arthur… ¿Esto no tiene nada que ver con tu hermana? Lo sé, lo sé, no debería pensar o decir esas cosas, pero vamos, no puedo dejar de relacionarlo, sobre todo si es un Dragón Escamas Blancas—Julián juega con una manzana lanzándola al aire al tiempo que formula su hipótesis.
Me quedo en silencio un momento. Sí, es posible que la aparición de un Dragón Escamas Blancas esté relacionada con la maldición de Majorie. Han pasado ya dieciséis años desde su nacimiento, y no he parado ni un solo día para encontrar una cura. El único remedio que hemos podido tener son los cuernos de unicornio, que contienen propiedades mágicas y medicinales, pero no es más que un remedio temporal para retrasar la draconificación que la consume.
El tiempo se acaba y la iglesia está presionándonos cada vez más para ponerle fin a su vida. Me duele aceptarlo, pero tendré que voltear la mirada el día que se decida su ejecución, por el bien de la humanidad. A este punto, la transformación completa puede suceder en cualquier momento, y ni siquiera yo sé si podría evitar la aniquilación de la raza humana.
—Ignora al idiota de Julian, Arthur, la oscuridad ya le apagó el cerebro—interviene Sybil, la maga del equipo.
—No, puede que tenga razón. No podemos seguir ignorándolo. Estoy convencido de que al fondo de este abismo debe estar la solución—declaro con un resoplido.
Mis tres compañeros bajan la mirada y sus expresiones se vuelven sombrías. Ellos saben lo mucho que me importa Majorie, y que nuestros esfuerzos por ayudarla han sido en vano. Mierda, deberíamos estar camino al fondo de El Abismo, no a matar a un maldito dragón.
—Anímate, Arthur, eres el hombre más fuerte en todo este maldito agujero subterráneo, sin duda estaremos ahí para ayudarte cuando Majorie se libere de la maldición—replica Norbert.
—Estoy pensando en reanudar las labores de los Traza-Caminos—confieso de pronto.
Mis compañeros se detienen en seco, asombrados por mi declaración.
—¿En serio? Estás aspirando a mucho, viejo. ¿Puedo suponer que crees que la cura para la draconificación se encuentra en el pozo más profundo de este inmenso abismo?—pregunta Julian.
—Sí, es correcto. Los humanos solo hemos llegado a la séptima capa, pero estoy seguro de que hay algo más allá abajo. Y voy a encontrarlo, tan pronto como pueda convencer a la iglesia y el reino de dirigir una nueva expedición—cierro mis ojos y aprieto mi puño.
—Agh, la verdad es que no tengo ganas de que nos arrastres hasta el fondo del infierno, pero lo que su majestad ordene—se mofa Julian.
Sybil le da un golpe leve en el hombro y Norbert se ríe. Yo también esbozo una sonrisa, confío en mis compañeros más que nadie en el mundo. Estoy decidido, salvaré a mi hermana. El problema principal es encontrar una forma de reorganizar a los caballeros Traza-Caminos para poder llevar a cabo la expedición.
—Bien, próxima parada, Badaron… ¿Qué sabemos sobre este lugar?—digo al ver un pequeño cartel que anuncia nuestra cercanía al pueblo.
—Si esto es un examen déjame decirte que eres un idiota, hemos venido aquí múltiples veces—dice Sybil lanzándome una mirada juzgadora.
—Lo sé, lo sé, solo quiero asegurarme de que no estén dormidos en sus laureles.
La afirmación que ella hizo es correcta. Badaron es un pueblo agrícola ubicado en los confines de la segunda capa de El Abismo. Es transitado por algunos aventureros que se adentran en los Jardines Huecos, justo en la tercera capa. Se hizo popular hace algunos años, cuando cientos de cazarecompensas bajaban en busca de El Destello Oscuro, un unicornio al que se le apodó así por su comportamiento errático. Me hubiera gustado buscarlo en su momento, pero para cuando tuve tiempo libre, sus avistamientos se hicieron tan escasos que se le dio por muerto. A día de hoy, todavía no se sabe qué pasó con ese unicornio.
En resumen, Badaron es una parada obligatoria para quienes quieran descender a los Jardines Huecos. Al tener esa cercanía con tierras salvajes, es común que algunos monstruos y bestias suban de vez en cuando, pero los caballeros reales y los Limpia-Caminos mantienen este pueblo a salvo.
Lamentablemente, la bestia que nos ha traído aquí hoy se escapa de las manos de los pobladores y aventureros comunes. Ha habido reportes de un Dragón Escamas Blancas por la zona, un reptil de poder considerable y cuyas apariciones presagian sucesos trágicos. La gente lo asocia a la leyenda del Dragón Blanco, por lo que probablemente vayan a responsabilizar a Majorie de forma injusta.
Suspiro y tallo mis ojos, cansado de la situación y presión social a la que la familia real nos vemos sometidos.
—Bienvenidos a Badaron una vez más—anuncia Sybil.
Frente a nosotros, se encuentra el pueblo, tan tranquilo y sereno como siempre. Aunque esta vez, mucho más que de costumbre.
—Vamos al gremio, el señor Wolfmanwing debería estar esperándonos ahí—sostengo firme mi bolsa antes de continuar el camino.
Mi grupo y yo nos adentramos entre los caminos y callejones, pasando por algunas casas. La luz no es mucha, pero la mayoría de las ciudades y pueblos han aprendido a iluminar las calles con lianas y plantas bioluminicentes, principalmente extraídas de los Jardines Huecos. La primera capa tampoco tiene mucha luz, pero por alguna razón es ligeramente más intensa que el segundo piso abisal.
Luego de recorrer el pueblo llegamos a una sede del gremio de cazarecompensas. El lugar no está muy lleno, pero se entiende por la situación de peligro que hay en la zona. Nos dirigimos hacia una de las mesas, donde el jefe del pueblo nos espera, un hombre que peina canas y de mirada cansada.
—Ah, majestad, nos honra con su presencia en nuestro humilde hogar—el señor Wolfmanwing hace una reverencia.
—Agradezco su hospitalidad, pero en estos momentos solo soy un aventurero más, las formalidades no son necesarias—respondo tomando asiento con mis compañeros.
—De igual forma, tener a un héroe de su talla es una gran bendición, majestad.
Carraspeo, ligeramente incomodo ante las alabanzas que recibo. Sybil y Julian parecen disfrutar de la atención, aunque Norbert tiene pinta de darle igual.
—Recibimos su alerta en la capital de Asonas, y hemos venido tan pronto como la situación lo permitió. ¿Ha habido algún rastro del dragón por donde podamos comenzar?—cuestiono pasando a la acción.
—¿Un rastro? Podría enumerar al menos una docena. Ganado que aparece muerto, los rugidos de esa bestia por las noches, su débil silueta que sobrevuela el pueblo de vez en cuando… sí, podría seguir por un largo rato.
Bien, parece que los rumores se han convertido en avistamientos directos en poco tiempo. Extiendo mi mano hacia Norbert, quien me lanza un pequeño frasco que despojo de su corcho para vaciar su contenido en mi espada y extenderlo.
—Muy bien, señor Wolfmanwing, le pido que nos enseñe donde se vio al dragón por última vez—solicito.
Él asiente y se levanta de la mesa para guiarnos al exterior. Mantengo mi espada en mano en todo momento. Sybil, atemorizada por la acción venidera, se mantiene cerca al tiempo que Julian prepara su arco y flechas.
Caminamos por todo el pueblo rumbo a un pequeño prado abierto. Antes de llegar al mismo, el grupo pasa cerca de una pequeña granja que se encuentra al lado de donde se dio el último avistamiento.
—¿Uh?
Mi atención recae en una chica de cabello blanco con un sombrero de paja. Ella intenta cargar una cubeta de madera con agua, pero pareciera que le cuesta trabajo hacerlo. No luce como alguien que realice trabajo pesado en una granja.
—Oye, Arthur, no te quedes atrás—Sybil golpea mi hombro.
—Lo siento… estaba viendo algo—me disculpo.
—¿Uh? ¿A esa chica? Ja, ja, ja, ¿Al príncipe de Asonas le atraen las granjeras? No te conocía esos gustos, con razón sigues soltero—se burla.
—Claro que no, pero hay algo en ella que llama mi atención, no sé qué es—respondo mirándola de nuevo.
Puedo ver su cara de esfuerzo al arrastrar la cubeta llena.
—Mantén tu cabeza de arriba y también la de abajo concentradas en el dragón, ¿ok? Ya después podrás ponerte a admirar chicas—dice dándome otro golpe y corriendo a reintegrarse al grupo.
Estoy a punto de reanudar mi camino cuando observo a la chica de cabello blanco casi tropezar. Guardo mi espada y apoyándome en la cerca de madera la brinco de un salto.
—¿Estás bien? ¿Necesitas ayuda?—pregunto acercándome a ella.
La chica esconde su mirada en su sombrero y no dice nada.
—Déjame ayudarte, ¿A dónde tienes que llevar esto?—cargo la cubeta sin dificultad.
Ella señala un bebedero para caballos, así que me dirijo hacia el objetivo para verter el agua dentro, asegurándome de dejarlo lleno.
—Listo, ten más cuidado, ¿ok?
Ella asiente afirmativamente, con su mirada todavía oculta tras su sombrero.
—¡Arthur!—grita Sybil a la lejanía.
—Tengo que irme, cuídate—me despido.
Ella no dijo ni una palabra, en ningún momento. ¿Por qué alguien así trabajaría en un lugar como una granja? No parece estar hecha para eso. Existe la posibilidad de que sea una fugitiva, o alguien intentando pasar desapercibida, tal vez la hija de un noble. O bien, puede estar secuestrada.
—¡Arthur! ¡Te daré una paliza si vuelves a coquetear con una chica!—me regaña Sybil.
—Ja, ja, parece que al príncipe se le voltearon los ojos con alguien al fin. No te mentiré, era linda—Julian echa leña al fuego.
—Yo… ni siquiera pude ver su rostro—confieso.
Sybil hace un sonido de indignación y Julian ríe. Entre burlas y acusaciones continuamos nuestro camino.
•┈••✦ ۵ ✦••┈•
—Es aquí—indica Wolfmanwing.
Me acerco para examinar la prueba que tenemos frente a nosotros.
—Oh, carajo, eso no se ve muy bien—dice Julian al mirar la mitad de una vaca a medio devorar.
—Algo debió haberle hecho interrumpir su comida, por lo que veo—analiza Norbert.
Observo nuestro entorno, buscando señales de vida cerca. No hay nada más que un campo vacío y la granja a muchos metros de distancia.
—Bueno, nada nos garantizaba que seguiría por aquí. ¿Alguna idea de a donde pudo haber huido?—Julian se voltea intentando no vomitar con el olor del cadáver bovino.
—Le pedí a los vigilantes que hicieran correr la voz si volvían a ver al dragón, pero no se ha reportado nada nuevo hasta este día—explica el señor Wolfmanwing.
Mi grupo y el jefe de la aldea siguen discutiendo sobre el posible paradero del reptil. Me acerco a la pared rocosa del abismo, notando unos arañazos en el mismo. Mmmmh, esto luce completamente sospechoso.
—Tal vez lo mejor sea permanecer en un punto elevado de la aldea para reaccionar de inmediato si llegase a hacer acto de presencia—propone Sybil.
Acerco mi cara hacia la pared, siguiendo los arañazos ascendentes. Parece como si unas garras se hubieran clavado un poco en la roca para caminar posteriormente. Saco mi espada y comienzo a pasarla por la pared, dando pequeños golpes.
—No hay nada que hacer aquí, vámonos… ¿Arthur?—Julian está por irse cuando nota mi comportamiento.
El grupo se queda observándome mientras yo continúo golpeando el filo de mi espada en la pared, justo donde terminan las marcas de las garras. No es hasta que toca la roca que puedo sentir una dureza diferente y percatarme del ojo que se ha abierto.
—¡RAAAAAAAAAAW!
El color de la pared cambia para dar paso a un montón de escamas blancas junto a un fuerte rugido. No reacciono a tiempo cuando una de las alas del dragón camuflado me golpea y hace volar unos cuantos metros.
—¡Kgh! ¡A sus posiciones! ¡Norbert, protege al señor Wolfmanwing; Julian, dispara al dragón; Sybil, hechizos de apoyo!—exclamo coordinando a mi equipo con rapidez.
Un "¡Sí, majestad!" sonoro me hace empuñar mi espada una vez que me reincorporo en mi lugar. El Dragón Escamas Blancas tiene la particularidad de poder camuflarse gracias a una habilidad llamada "Mimetismo". Sus escamas se adaptan a los tonos de su entorno para poder pasar desapercibido.
—¡Mil flechas!—exclama Julian conjurando magia.
Tensa su arco y dispara una flecha de la cual se separan otras más hechas con magia. El dragón usa sus alas para desviarlas y protegerse haciendo una corriente de viento, de modo que solo algunas pocas impactan su cuerpo.
Es hora de usar mi "Análisis Nv. 10" para poder descubrir su poder.
<Dragón Escamas Blancas Nv. 38.
HP: 3730/4115
MP: 1236/1460
SP: 30
Habilidades: Gracia de vuelo Nv. 10, Mimetismo Nv. 09, Aliento draconico Nv. 10, Escamas acorazadas Nv. 10, Llamarada Nv. 10, Manipulación del aire Nv. 09, Ultima voluntad, Discernimiento de magia Nv. 09, Disipación mágica Nv. 08, Peste del Abismo, Fuerza colosal Nv. 09, Vista periscópica Nv. 10, Oído aumentado Nv. 10, Aturdimiento sonoro Nv. 08>.
¡Esa cosa es infernalmente poderosa! Una gota de sudor baja desde mi frente hasta la barbilla mientras empuño mi espada. La he recubierto con veneno eficaz contra dragones y wyverns, una maravilla de las muchas que hace Norbert.
El dragón se prepara para lanzar algo desde el fondo de su garganta.
—¡Sybil, un escudo!—grito preparándome para su ataque.
Ella obedece con velocidad para protegernos.
—¡Escudo de campo!—exclama ella.
De su varita emerge un pequeño rayo que se transforma en una barrera seminvisible que sirve como protección. Nuestro enemigo se eleva por los aires y lanza una potente llamarada azul. Observo a Sybil batallar para mantener estable el escudo. Julian continúa lanzando flechas imbuidas en magia.
—¡Potencia de ataque! ¡Debilidad!—añade Sybil.
Con ayuda de "Analisis", puedo notar como las estadísticas del dragón bajan y las mías suben. Tener a una talentosa maga en el equipo es muy útil para situaciones como esta.
—¡Filo del alba!—invoco una habilidad de espada.
Corro empuñándola con fuerza para dar un salto. El dragón bloquea mi ataque con sus filosas y potentes garras. Uso la empuñadura de mi espada y un poco de fuerza para hacerla a un lado y doy un giro con corte. Mi arma batalla para entrar en la piel del lagarto pero finalmente lo logra.
—¡RAAAAAAAAAW!—grita con fuerza.
Usa sus uñas, largas y filosas como cuchillos para atacarme. Bloquearlas cuesta debido a la enorme fuerza que posee.
—¡Tiro de gracia!—Julian tensa con potencia su arco.
La flecha vuela directo hacia el ojo del dragón.
—¡Filo helado!—conjura Sybil.
El ambiente se pone frio y húmedo para dar pasó a unos carámbanos de hielo que se lanzan directo al enemigo. El rugido del dragón es fuerte. Justo cuando estoy por clavar mi espada en su pecho, él me golpea y atrapa entre sus dos garras para comenzar a tomar vuelo.
—¡Esto sí que no me lo esperaba!—exclamo tan pronto nos elevamos del suelo.
—¡Arthur! ¡No mueras, dame un momento!—Julian coloca otra flecha en su arco.
El dragón lanza una corriente de aire fuerte para desviarla y vuela en dirección al pueblo. Uhg, la caída va a doler un poco, pero ya qué.
¡Escudo corporal Nv. 07!
Una vez me aseguro haber usado mi habilidad, tomo mi espada y preparo un trajo certero directo al pecho. Balanceo la espada con dificultad para realizarlo y clavar el filo de mi arma. El grito del dragón al morir es fuerte y su inestabilidad al volar nos hace precipitarnos hacia abajo. Tres, dos, uno… ¡Auch! "Escudo corporal" amortigua el daño de la caída pero tampoco se siente muy agradable el golpe.
Me levanto con dificultad y observo el cuerpo del Dragón Escamas Blancas, inerte y derrotado. Guardo mi espada y espero a la llegada de mis compañeros. Sin duda me ha costado más que otras alimañas de El Abismo. Pero al final conseguimos derrotarlo. Habrá cosas peores en el fondo de este lugar, así que un dragón de esta categoría es una buena manera de ir calentando motores.
—¡RAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAW!—de pronto, el lagarto que creía muerto se levanta.
Con rapidez desenvaino la espada nuevamente, pero justo cuando estoy por dar otro tajo me aplasta con sus garras. La presión es muy fuerte y el golpe me ha quitado varios puntos de HP. Por más fuerza que hago no consigo lograr zafarme de él. Su boca llena de dientes está por darme una mordida directo a la cabeza cuando una especie de corriente blanca perfora su cabeza, como un rayo de magia.
El dragón cae muerto definitivamente y me doy cuenta al subir de nivel.
«Experiencia requerida alcanzada. El Héroe Arthur Vawdrey se ha fortalecido al Nv. 41».
Giro mi mirada para buscar de donde vino eso. No parecía un hechizo que hubiera lanzado Sybil. Mi sorpresa es grande cuando observo al otro lado de la calle a la chica de la granja, con su sombrero de paja agujereado de la parte superior. Por fin puedo ver sus ojos, los cuales son los más fascinantes y extraños que he visto en mi vida. Unas brillantes pupilas multicolores, como si fueran un hermoso arcoíris en una esfera de cristal. Su rostro refleja confusión y sorpresa. ¿Ella fue quien invocó esa poderosa magia?
La chica granjera se percata de mi mirada y se queda quieta en su lugar.
—¡Espera! ¡Déjame hablar contigo! ¿Quién eres?—bajo mi mirada para poder tomar mi espada y levantarme.
Cuando me reincorporo y volteo a verla otra vez, se ha ido. No hay rastro de ella ni de sus ojos arcoíris.
«¿Quién eres? ¿Por qué te escondes?», pienso,
Camino hacia la otra calle, buscándola sin éxito. ¿Habré imaginado todo?
—¡Arthur! ¿Estás bien?—grita Sybil a la distancia.
Tanto mi grupo como el señor Wolfmanwing vienen corriendo hacia donde estoy yo.
—Majestad, ¿Cómo hizo eso?—pregunta Norbert.
—Yo no fui… fue la chica de la granja—confieso sin dejar de mirar hacia la calle donde la vi.
Sybil endurece su mirada.
—¿Otra vez con esa muchacha? El golpe te afectó la cabeza—alega ella.
—¿Y dónde está esa granjera? No la veo por ningún lado—añade Julian, buscándola.
—¿Granjera? Oh, tal vez hablan de Panqueque—dice el señor Wolfmanwing.
—¿Panqueque? ¿Qué clase de nombre estúpido es ese?—se burla Sybil.
—Así se presentó en la aldea un día. La encontró desmayada en un camino el señor Elfash, el dueño de la granja donde ahora vive. Es bastante tímida, no habla mucho y tampoco sabemos su pasado, pero se ha adaptado muy bien a la aldea—explica Wolfmanwing.
Me quedo pensando en sus palabras hasta que Sybil vuelve a golpear mi hombro con molestia. Le dirijo una sonrisa a mi equipo antes de ponernos camino al gremio para recapitular y hacer el informe.