En medio del tenso enfrentamiento entre Ren y el grupo de jugadores en la entrada del templo en ruinas, el ambiente estaba cargado de tensión.
Las espadas relucían, los hechizos chispeaban con energía mágica y los arcos estaban tensos mientras los jugadores opositores confrontaban a Ren y a Evie.
Uno de los jugadores rivales, un guerrero fornido con una cara cicatrizada y un comportamiento rudo, avanzó y apuntó su espada hacia Ren. —Tú allí, Ren, ¿verdad? —gruñó—. Dicen por ahí que hay una jugosa recompensa por tu cabeza, y estamos aquí para cobrarla.
Ren sostuvo la mirada del guerrero, su expresión una mezcla de aburrimiento y diversión irónica. —Ah, sí. La infame recompensa. Supongo que vienes a cobrar, ¿no es así?
Otro jugador, un pícaro ágil con una sonrisa traviesa, intervino, —Elena no está aquí para protegerte ahora, ¿verdad? No más penalización de EXP de la que preocuparse.
Y se rieron.
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