—¿Qué está pasando? —Ren se sobresaltó un poco con la voz de Leonel cerca de su oído. Estaba a punto de girarse en dirección contraria cuando echó un vistazo a su pantalla solo para darse cuenta de que Leonel no podía ver el mensaje.
Ren se aclaró la garganta, atrapado entre su pulso y diciendo en voz baja, —Nada.
Leonel frunció el ceño y miró a Ren con sus ojos que lo sabían todo. —¿Nada? Entonces, ¿por qué estás sonriendo, frunciendo el ceño y pareciendo estreñido al mismo tiempo? Te conozco. No puedes ocultarme nada. ¿Es acaso...
Los ojos de Leonel se estrecharon, y Ren tragó saliva cuando Leonel lo miró como si lo hubiera pillado teniendo una aventura secreta.
—¿Es un nuevo ardid? ¿Estás ganando dinero en algún otro sitio?
Ren soltó un gran suspiro silencioso. Menos mal que Leonel era un idiota.
—Sí. Leo, te prestaré esto. —Ren le regaló a Leonel el [Pico Dorado]. Como eran amigos, podían regalarse objetos entre ellos.
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