Al haber estado confinado en la cama durante semanas, Kieran pasaba cada día despierto atrapado dentro del Reino del Ser, teniendo un silencioso concurso de miradas con la corrupción latente de la Llama.
Su perverso Significado era tan siniestro como siempre, pero Kieran había empleado este tiempo desarrollando su astucia, ideando planes que pensaba que eran atroces.
—¿Para quién? —eso seguía siendo desconocido. En algún momento de este interminable y perpetuo duelo de miradas, los pensamientos de Kieran se desviaron por el camino de la razón rota y la delirante manía.
Lo que para otros podría haber sonado a locura, para él sonaba a dicha.
—Puedo hacerlo... —Un mar de sangre. —¡Eso es en lo que puedo ahogar a la Llama y extinguir su maldad para siempre! —¡Y puede eliminar las manchas que ha dejado! —También puedo usar la sangre de esos locos. —Ah, me encanta la sangre.
Ese último pensamiento... era un sentimiento que había crecido en él enormemente.
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