Mientras todas esas notificaciones aparecían en la visión de Kaizen como ventanas emergentes, movió su mano izquierda y las eliminó todas de una vez. No había tiempo para leerlas con un demonio justo frente a él.
Kaizen miró a Belial con una mirada fría, todavía con el recién revelado secreto retumbando en su mente como un secreto robado del propio infierno. Podía sentir la esencia de la habilidad recién adquirida pulsando dentro de él, pero a diferencia de lo habitual, eligió no activarla inmediatamente. Era como si estuviera saboreando el poder antes de decidir cómo usarlo.
—¿Un demonio más fuerte que tú? —preguntó Kaizen, aún digiriendo el secreto de Belial—. ¿Quién?
—No lo sé, él nunca ha trabajado conmigo. Es callado, reservado.
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