Max frunció el ceño profundamente mientras se sentaba en un charco de veneno.
—¿Por qué es que cada pocos días me encuentro en una situación donde mi cuerpo está sujeto a un dolor insoportable? —se preguntaba Max, sin poder evitar sentirse ligeramente deprimido por las decisiones que había tomado en su vida.
Desde que había decidido desafiar su destino y vivir su segunda vida al máximo, a menudo se encontraba en situaciones donde su cuerpo era sometido a un grado de tortura inimaginable que podría dejar cicatrices en el alma por varias reencarnaciones.
Cada vez que pensaba que nunca tendría que pasar por algo tan horroroso otra vez, el destino le daba una cachetada con una versión mejorada de la tortura que hacía que la experiencia anterior pareciera una excursión.
Si el destino fuera una persona, Max podría imaginársela riendo de su miseria, ya que en el momento que superaba una experiencia miserable, el destino parecía planear enviarlo a la siguiente.
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