Tras soltar un bajo suspiro, Naida, su voz personificando el tono gentil pero firme de la orientación de una madre, tomó la muñeca de Silvia y la guió para sentarse —Cuando te dije que fueras sincera, pensé que entenderías que eso no significa que tengas que comportarte completamente como tu misma de siempre. Está bien si haces travesuras delante de mí o de tu familia, pero no deberías causarle problemas a tu rey cuando está en funciones oficiales. Imagina las consecuencias si hubiera fallado por tu culpa. Pensé que sabías algo mejor —explicó, sus cejas juntas en una leve desaprobación.
La reprimenda hirió a Silvia más de lo que anticipaba. Era raro que su madre adoptara una actitud tan severa, y la seriedad de sus palabras pesaba mucho en el corazón de Silvia. Sin embargo, en medio de la reprimenda, otro pensamiento pesaba aún más en su corazón y luchaba por expresar.
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