No hace falta decir que los guerreros reunidos no parecían comprender del todo la repentina de esta situación.
Y algunos de ellos estaban menos que contentos.
—¡Eh, no preparé mi cuerpo para que me dieran una paliza hoy! —dijo Darius.
—¿Hay alguna forma de que pueda renunciar a mi derecho a participar...? —preguntó Belzebú.
—También tengo preguntas sobre eso —añadió Livyatan.
Abadón frunció el ceño a los tres y los hizo retroceder de miedo.
—Ciertamente no tienen ese derecho. Solo necesito a los mejores de ahora en adelante y ustedes, el grupo flojo, están debajo de esa categoría —afirmó Abadón.
Caminando hacia adelante, Abadón puso sus manos sobre las cabezas de Darius y Livyatan y comenzó a apretar hasta que escuchó sonidos de crujido. —No querrían decepcionar mis expectativas, ¿verdad?
—¡E-Eh, quítate de encima! —exclamó uno.
—¡B-Bruto! —gritó el otro.
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