Abadón y Tatiana reaparecieron en su oscuro dormitorio sin que ninguno de ellos se molestara en encender la luz.
Llevándola directamente a la cama, una vez más quedó cautivado por su belleza encantadora y su figura atractiva.
Y debido a que no estaba acostumbrada a la atención, Tatiana sintió que sus mejillas se ruborizaban mientras extendía los brazos en espera.
—No te quedes mirando... me haces sentir tímida —dijo ella.
—Puede que llegues a arrepentirte de incitarme así —advirtió él—. No puedo prometer que me detendré en simples marcas como deseas.
Abadón se lanzó sobre Tatiana como un halcón que arranca un ratón del suelo.
Sus dos manos se deslizaron más allá de sus muslos y viajaron hacia su trasero redondo, apretando sus mejillas firmemente mientras tomaba uno de sus pezones erguidos en su boca.
Excitada, Tatiana se emocionó de inmediato y agarró su cabeza por instinto.
Ella tiró de su cabeza más hacia su cuerpo, casi como si intentara encajar todo su seno en su boca.
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