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—¿Qué demonios... Qué fue eso...? —murmuró Braun.
Braun yacía en el suelo tosiendo e intentando recuperar el aliento mientras trataba de procesar exactamente qué tipo de ataque acababa de recibir.
Lo único que vio fue el extraño tercer ojo de Abadón brillar antes de que su cuerpo se sintiera como si hubiera sido golpeado por un camión y fue enviado volando contra la tierra.
La placa del pecho de su armadura estaba agrietada, y en algunos lugares incluso mostraba signos de haberse desintegrado.
—¡Qué poder tan sucio... Seguramente debes ser purificado!
Justo cuando Braun se levantaba, una voz andrógina que reconocía demasiado bien comenzó a sonar en su mente.
—Braun, vuelve a casa. Es nuestra derrota por hoy.
Normalmente, el arcángel obedecería cualquier orden de su eminencia sin cuestionar, pero ahora que su orgullo había sido herido, estaba menos inclinado a irse.
—Pero mi señor, él
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