Abadón e Isabelle caminaban torpemente uno al lado del otro hacia la sala del trono para recibir a su invitado especial.
Antes de que siquiera salieran de la habitación, Isabelle tuvo que cambiarse la ropa interior y le hizo jurar a Abadón que nunca más hablaría de este incidente.
No era realmente algo que a él le importara, así que por supuesto la complació con la esperanza de que se calmara.
Lo que lleva al presente en el que la pareja caminaba en silencio incómodo por el largo pasillo gótico.
—¿Qué tipo de persona es la madre de Seras? —preguntó de repente.
—¡Creí que te dije que no me hablaras!
—Estás siendo irracional. Solo responde a mi pregunta.
Isabelle bufó mientras trataba de ignorar la voz del hombre que había estado resonando en su cerebro desde más temprano.
Saber que este hombre podía convertirla en una esclava obediente y muy excitada cuando quisiera era increíblemente inquietante y deseaba que simplemente se marchara a gobernar otro continente.
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