Mammon juró que había escuchado mal.
Tenía que haberlo hecho, ¿verdad?
Los reyes demonio Primordiales también cometen errores, ¿sabes?
Solo para aclarar, preguntó de nuevo.
—¿Quién... dijiste que era tu amo? —Las sirvientas hablaron orgullosas al unísono para que no hubiera más confusión.
—Pertenecemos al señor Abadón, el dragón demoníaco de la lujuria. —Mammon gradualmente levantó la vista hacia la ciudad y comenzó a juntar las piezas poco a poco.
Su decepción rápidamente se convirtió en una total frustración que rayaba en la ira.
El pacto entre los siete reyes demonio se trataba como una ley inquebrantable.
No importa qué, no se les permite antagonizar entre ellos por ninguna razón en absoluto.
Eso va más allá de las disputas físicas, significaba que no le estaba permitido tocar nada que estuviera en su posesión sin su aprobación y viceversa.
Mammon miró hacia la ciudad con el gran árbol meciéndose en la distancia.
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