—¡BOOOM! —El cuerpo de Lotan salió volando a través de una pared en la sala del trono del rey Helios.
—Imbécil incompetente —gruñó.
Destellos de fuego dorado comenzaron a chispear con cada exhalación mientras intentaba controlar su rabia.
—¿¡Cómo pudiste permitir que se llevaran a mi hija justo frente a ti?!! —Desafortunadamente, Lotan ya no podía responder.
Un simple chasquido del dedo del rey había sido más que suficiente para dejarlo inconsciente.
—¡Helios no podía creer que Lotan hubiera sido tan insensato como para permitir que se llevaran a su hija a un continente completamente diferente!
—¡Y estas tonterías sobre su mocoso convirtiéndose en señor demonio... sabes algo de esto?! —Apoyadas en la pared, a una distancia prudencial, estaban las otras dos señoras dragones, Seras y Tiamat.
Seras instintivamente sabía que su señor se dirigía a ella, ya que era la única que tenía una relación con Exedra.
Inclinó su cabeza con respeto e intentó responder lo mejor que pudo.
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