—¡Una ciudad llena de súcubos e íncubos! ¡Eso sí que es una buena broma! —se rió Lusamine.
Había estado riéndose a carcajadas durante casi dos minutos enteros y la paciencia de Exedra había comenzado a agotarse.
Mandó una rápida orden mental y se preparó para ver a esa idiota tragarse sus palabras.
—Pensaba que habías tenido suerte de conseguir a las hermanas melón por allí, pero ¿me estás diciendo que tienes más? —Señaló a las criadas trillizas y a sus descomunales pechos con gesto exagerado.
Eso provocó que las hermanas se cubrieran el pecho con pequeños rubores.
Todas excepto Nita, que sacó aún más pecho con la esperanza de que su señor se fijara en ella.
Zheng y Eris también encontraron absurda la afirmación de Exedra.
El número de súcubos era tan reducido que se consideraba que estaban prácticamente extintos, y los íncubos aún eran menos y la mayoría se encontraban en cautiverio.
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