La muerte miraba fijamente a Anukus.
El Elemental de Fuego Grande era mucho más alto que Anukus, y su imponente figura hacía que su musculosa fisonomía se viera insignificante.
El débil, el patético, era ninguno otro que él.
Al verse obligado a levantar la cabeza para encontrarse con la mirada de la criatura, sintió una sensación de inevitabilidad.
El miedo que pensó había olvidado, lentamente comenzaba a emerger a la superficie.
Su cuerpo parecía paralizado; con los brazos aún extendidos y su postura igual.
Tal vez temía que si daba un solo paso, la criatura lo notaría y lo derribaría.
No podía ni temblar por miedo a que registrara eso como un movimiento y acabara con su vida.
Las dudas que quemaban su mente ya no estaban presentes.
Ahora que estaba cara a cara con eso... Anukus sabía.
Esto era un Elemental de Fuego Grande.
«¿C-cómo...?! ¡¿Cómo lo hizo!?», pensó Anukus en el hombre enmascarado que había invocado a esta monstruosidad.
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