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—¿Un té? —preguntó Elisa en su mente. Conociendo a Ian, en algún lugar podía verlo pidiendo un té como había dicho si visitaban el Cielo. Hablar del Cielo trajo el recuerdo de Belcebú y Elisa quería escuchar más de las palabras de Ian que fueron interrumpidas la última vez. Desvió su mirada levemente hacia Belcebú, que estaba en silencio. Habiendo decidido creer que el Demonio era una cosa aparte de discutir lo que Lucifer quería saber, de haberle ordenado a Belcebú encontrar la ubicación del Cielo.
—¿Cuánto tiempo llevan atrapados aquí? —preguntó Ian mientras tomaban asiento en la habitación. La habitación era sencilla, con dos lechos y una pequeña mesa redonda suficiente para que se sienten cuatro personas. Todos habían tomado asiento mientras Belcebú se apoyaba en la ventana con los ojos observando el paisaje fuera de la ventana.
—¿Acaban de llegar ayer, milord? —preguntó Ernesto, quien respondió.
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