Las llamas azules de la vela parpadearon por el viento cuando Esperanza la sacó de su bolsillo en su chaqueta. Era la tarde y el sol estaba sobre sus cabezas. Si no fuera por el frondoso dosel de hojas de los árboles que les cobijaba, haría demasiado calor para que ella usara tal capa.
—Aquí —Esperanza mostró la pequeña vela y se la dio a Kace—. El tamaño de ella era solo tan grande como su pulgar. Pero no sé cómo funciona.
—¿La Doncella de la Vela no te dijo nada? —Kace tomó la vela y la observó detenidamente, escudriñándola desde diferentes ángulos. Pero nada, parecía ser cómo cualquier otra vela. La diferencia estaba solo en sus extrañas llamas azules que parecían no extinguirse cuando uno sopla su fuego.
—No —Esperanza se puso de puntillas para ver la vela en la mano de Kace mientras él levantaba la cabeza hacia el resplandor de los rayos del sol—. Vamos a averiguarlo mientras caminamos.
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