—¡Hachi! —El sonido de ese estornudo dejó a Kace aún más en pánico. Se apresuró a volver al dormitorio de Esperanza mientras traía un tazón de sopa caliente en su mano.
—Cariño... —Kace se agachó al lado de la cama de Esperanza y tocó su ardiente frente—. ¿Cómo te sientes?
—Mi cabeza... duele... —La voz de Esperanza sonó muy lastimosa mientras una lágrima escapaba de sus ojos. No estaba llorando porque el dolor fuera insoportable, sino por el calor de la fiebre que hacía que sus ojos sintieran como si estuvieran ardiendo.
Kace le secó las lágrimas, pero su piel estaba muy caliente cuando la tocó. La sensación no le gustó.
Lana entró a la habitación un rato después. —No podemos salir con este tipo de clima —dijo con pesar. Sus ojos iban y venían entre Esperanza y Kace con igual cantidad de ansiedad.
—¡Maldición! —Kace maldijo en voz alta mientras apretaba los dientes.
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