Torak tenía un brazo rodeando la cintura de Raine mientras caminaban hacia el interior. Una larga mesa estaba colocada en el centro del enorme salón que podía acomodar a treinta personas.
En el segundo piso, el suelo estaba dominado por un color azul bebé, dando una vibra calmada y hogareña. No había muchas habitaciones aquí, por lo que Raine pudo ver, solo había dos puertas en el segundo piso.
Una que los llevaba a esta enorme mesa de cena y la otra era una puerta de hierro negro que le daba escalofríos inexplicables hasta la médula.
Al entrar en la vista de Raine el comedor, se detuvo en seco y tiró de la mano de Torak para volver a su dormitorio. El miedo inundaba su mente.
Al ver a su compañera en pánico, Torak besó su frente. —Está bien... está bien, solo comeremos y nos iremos —susurró pacientemente.
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