—Debieron haber esperado apenas una hora cuando de repente escucharon los hechizos crepitando frente a las puertas —comentó uno de ellos—. Los hechizos se rompieron, estallando como petardos, iluminando la oscuridad tintada de la noche sin luna. Una vez que los hechizos se desgarraron, las puertas del reino se abrieron con un fuerte sonido chirriante y salieron los Mozias a caballo. Uno en el centro sostenía la bandera azul marino en la que estaba bordado el escudo real de dos espadas cruzadas en la empuñadura con una corona dorada en medio. El carruaje que era jalado por dos caballos llegó después. Estaba rodeado de Mozias en escobas y más soldados reales detrás del carruaje —todos Mozias en sus escobas.
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