Susan nunca se había sentido tan avergonzada en toda su vida. Si ella hubiera escapado solo de Alvin, eso habría sido diferente. Pero en cuanto entró a la cámara de su familia y cerró la puerta con llave, jadeante, encontró a Williams en la habitación, dándole una mirada desconcertante.
—¿Qué te persigue? —le preguntó con curiosidad.
Él había querido saber qué estaba tramando ella solo para que se levantara y se fuera sin ninguna explicación adecuada, y ahora parecía como si un toro salvaje la hubiera estado persiguiendo.
—Nada —dijo Susan sin mirarlo a los ojos. Sin embargo, él continuó dándole esa mirada desconcertante. No solo estaba jadeante y respiraba con dificultad, sino que también estaba muy sudada y su rostro estaba completamente enrojecido.
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