—¿Qué son estos? —preguntó el rey al levantar una albóndiga que no se parecía a nada de lo que había comido antes, mientras los otros aristócratas lo miraban con curiosidad.
—Es una albóndiga, mi rey. Algo en lo que puede masticar mientras discute antes de que se sirva la comida principal —respondió Alicia mientras miraba al rey, esperando ansiosamente a que la probara y le dijera si le gustaba.
El rey se volvió a mirar a su esposa, preguntándose por qué ella aún no había dicho nada y notó que estaba perdida en sus pensamientos y seguía teniendo un aspecto muy pálido. Todavía estaba ansiosa pero había sido capaz de controlarlo un poco.
A la reina no le importaba en absoluto la Princesa Ámbar.
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