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Despertando, Aurora bostezó y estiró las manos, con los ojos aún cerrados. Se sentía tan relajada y libre... espera, ¿libre?
Abriendo los ojos, miró bajo el edredón y abrió los ojos de par en par cuando vio el estado en que se encontraba. Nunca había dormido solo con sus braguitas puestas, siempre llevaba un camisón. Justo cuando iba a mirar a su alrededor, un gemido somnoliento la sobresaltó, haciendo que levantara la vista.
—¡Damien! —gritó hacia su interior, preguntándose cómo había acabado en la cama con él casi desnuda. ¿Habían consumado el acto anoche? Pero, ¿cómo? Recordó haber sollozado entre sus manos y, oh no, se quedó dormida.
Él nunca se aprovecharía de ella, ¿qué estaba pasando? Mirando su rostro adormilado, no sentía ganas de despertarlo ya que parecía tan cómodo y relajado.
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