—Si sigues poniendo esa cara, te besaré.
Ella se metió el labio inferior de vuelta. —No sabía que estaba haciendo pucheros. Bufó. —Qué—¡oye! Se sobresaltó cuando él de repente se inclinó y la levantó en brazos.
—¿Qué estás haciendo? —le preguntó, con el corazón dando un vuelco cuando él la miró brevemente hacia abajo y ella vio lo oscuro que parecía.
—Terminando lo que debería haber hecho anoche. —gruñó él, lanzándola sobre la cama y subiéndose después de ella.
—¿Estás loco? ¡No en la cama del hospital! —ella le siseó, señalando con los dedos hacia la puerta—. Hay gente afuera, nos van a oír. Giró la cabeza hacia la puerta donde se encontraba una pequeña ventana rectangular. No podía mirar hacia afuera porque había una pared de trajes negros en forma de guardaespaldas.
—¿Oírnos hacer qué? —Yang Feng arqueó una ceja mientras comenzaba a subir la manta hasta su barbilla.
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