Calhoun echó un vistazo a Markus, quien colgaba inconsciente de la cuerda. Theodore había trabajado para Calhoun durante más de dos décadas, el hombre sabía lo que el Rey quería y cómo debían proceder las cosas sin que nadie se diera cuenta. Era por eso que muchos de los asesinatos que ocurrían nunca salían a la luz frente a la Casa Alta o la culpa apuntaba hacia ellos.
Había un bulto en la frente de Markus, pero Calhoun sabía que se necesitaba más que un golpe en la cabeza de un vampiro para dejarlos inconscientes.
—¿Qué piensas hacer con él? —preguntó Raphael, volviendo sus ojos hacia Calhoun.
—Mantenerlo aquí por la noche para mi diversión —respondió Calhoun con naturalidad—. ¿Usaste la jeringa en él? —giró la cabeza hacia un lado, su pregunta dirigida a Theodore.
—Sí. Usé dos jeringas en él. No quería que despertara demasiado pronto si los miembros de la Casa Alta se quedaban en el castillo —respondió Theodore y Calhoun le dio una pequeña afirmación con la cabeza.
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