Esa noche, cuando Rosalind se quedó dormida, rápidamente fue arrastrada hacia un nuevo sueño:
—Los demonios de rango superior poseen la habilidad de tomar forma humana —explicó un hombre—. Sus habilidades de cambio de forma nos hacen extremadamente difícil eliminarlos —habló el hombre de cabello rojo ardiente. Su mirada se desvió hacia el mapa extendido sobre la mesa, su dedo señalando enfáticamente una ubicación específica marcada con letras en negrita: Bosque—. Si no fuera por esta formidable barrera, los demonios ya habrían diezmado a la humanidad.
Un silencio cayó sobre la gente que lo rodeaba, sus rostros grabados con derrota mientras sus ojos permanecían fijos en el mapa.
—Debemos encontrar una manera de distinguir entre humanos y demonios —otra voz rompió el silencio, determinada y resuelta—. Permitir que esto continúe simplemente no es una opción.
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