La noche transcurrió como cualquier otra. Cielo, Dominic y Sebastián vieron algunas películas hasta que finalmente Sebastián se quedó dormido. Después de llevarlo de vuelta a su habitación, Dominic nunca olvidó mostrarle a su esposa su aprecio por hacer que cada minuto de su fin de semana valiera la pena.
Desde luego, todo parecía normal salvo por un sirviente desaparecido y llaves perdidas de la bodega.
—¿Estás seguro de que llevarás a Basti a su escuela? —preguntó Cielo, de pie frente a Dominic y Sebastián en la entrada de la mansión.
—Descansa un poco más. —Dominic sonrió, lanzando una mirada a Sebastián. Este último estaba simplemente de pie a su lado—. No te preocupes. Me encargo yo.
—Mami, no estés triste mientras Papá y Basti están trabajando.
Cielo soltó una carcajada mientras se agachaba, abrazando su bata de noche. —Disfruta la escuela, ¿de acuerdo? Ven. Dale un beso a Mami.
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