—¿De verdad sabes cocinar? —preguntó Cielo. Sonrió, deteniéndose de cortar la cebolla mientras miraba a su hijo. Sebastián estaba sentado frente al mostrador donde ella estaba preparando los ingredientes que necesitaba para hacer la cena.
—¡Por supuesto! Es una lástima que no te haya hecho ni una sola comida, pero en aquel entonces, pasaría hambre si no cocinara para mí misma —compartió con una sonrisa, reanudando su actividad mientras añadía—. Es un extra que me guste cocinar —o tal vez sea el proceso de cómo estos ingredientes se convierten en algo.
—¿Cómo pasarías hambre si no cocinas para ti misma? ¿No tienes a alguien que lo haga por ti? —preguntó Sebastián.
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