—Por Dios, por esto te dije que no le sonrías a nadie —Mo Xifeng sintió que le latía la cabeza cuando vio a la mujer desmayarse al ver la cara de Mo Qiang. Inmediatamente agarró el cuello de la camisa de Mo Qiang y la jalo hacia atrás antes de arrastrarla lejos—. Por amor a Dios, nunca intentes ayudar a un anciano, me preocupa que te arresten si sigues sonriendo así a los demás. Agradece que solo se desmayó y no le dio un ataque al corazón.
—¡Eso es insufrible! ¿Debo llevar un letrero que diga que no soy una mala mujer? —Mo Qiang se quedó sin palabras, ¿cómo alguien podría asustarse tanto de ella? ¿Era realmente tan aterradora?
—Por favor no lo hagas, si lo haces solo te arrestarán más rápido y deja de hablar o nos echarán del juego, Hermana Qiang —dijo Mo Xifeng mientras arrastraba a Mo Qiang consigo. Interiormente pensó que hubiera sido mejor si su hermana hubiera llevado el disfraz de conejo.
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