—¿En serio, Azrael? ¿Crees que eres tan importante? ¿Que nadie podrá jamás derrotarte? Recuerda una cosa, nadie en este mundo ha nacido sin una fecha de defunción. Tarde o temprano recibirás tu karma —dijo la reina bruja anterior, Rebeca, con los ojos llenos de animosidad hacia su segunda hija.
Azrael se sentó sobre sus tobillos, mirando a su madre con una sonrisa tranquila.
—Esta mirada, esta misma mirada es la que recibí hace 20 años también. Nada ha cambiado. Para ti, ese día también era una abominación y seguiré siendo una maldición el resto de tu vida, ¿no? —Azrael suspiró.
—Aparte de bromas, ¿puedes decirme la razón por la que siempre me odiaste? Quiero decir, nunca me quejé de que les dieras los dos reinos a tus dos hijas, y a mí no me dejaste nada. Entonces, ¿cuál era exactamente la razón por la que me odiabas? —preguntó Azrael.
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