—Sr. Marino, deje mi... *jadeo* —dijo ella.
—¿Dejar qué, Princesa? —preguntó Sebastián, abriendo más su boca mientras su otra mano intentaba moverse detrás de ella, y ella gimió otra vez, sintiendo algo caliente brotar de su necesitada y húmeda feminidad.
—Mi... mi... ya sabes de qué estoy hablando... ahhh, es... deja el lugar que estás mordiendo —Elliana apenas consiguió hacer salir toda la frase de su boca.
Sebastián sonrió contra el casi húmedo pecho de ella.
—De acuerdo —dijo él, y ella soltó un suspiro de alivio, tomando una profunda respiración, solo para jadear otra vez cuando él tomó otro pezón en su boca, haciendo que sus manos se movieran subconscientemente hacia su pelo. Se estaba haciendo difícil mantener el control de sus sentidos mientras él la asaltaba de esta manera.
Sí. Esto era exactamente lo que era. Un asalto. Claramente la estaba provocando.
—¿Por qué estás mordiendo mi... —empezó ella.
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