Cuando Emily despertó de su profundo sueño, su cuerpo se sentía débil y sus párpados pesados. Sus pestañas se cerraron antes de volver a abrirse mientras tomaba cuenta de los alrededores desconocidos. Lo último que recordaba era el dolor recorriendo su cuerpo.
Sus ojos se fijaron en el techo antes de desplazarse a los postes de la cama, adornados con cortinas que parecían seda roja enrollada elegantemente alrededor de ellos. ¿Se encontraba en el Cielo? Porque dudaba que el Infierno ofreciera una cama tan suave. Queriendo sentarse, se impulsó hacia arriba usando sus codos.
—Estás despierta —se oyó la voz de Raylen desde un lado de la habitación.
Mientras Emily se levantaba a una posición sentada en la cama, vio a Raylen apartando el libro que había estado sosteniendo y levantándose del sillón en el que estaba sentado. Sus ojos color avellana recorrieron la habitación antes de preguntar,
—¿Es esta tu habitación?
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